Por Víctor Beltri
Terminan las vacaciones, e inicia un nuevo año en el que —apenas transcurridos unos cuantos días— las noticias se suceden en una vorágine vertiginosa, abrumadora, en la que los problemas que no se acabaron de resolver —y en muchos casos ni siquiera de plantear— quedan a un lado ante la urgencia —y la premura— de los nuevos acontecimientos. Todos los días.
Todos los días, sin excepción. Lo que antes era urgencia se convierte en pasado, sin haber sido resuelto; lo que era planeación a futuro se convierte en el manejo cotidiano de una crisis infinita, que tan sólo adquiere los matices del día y no se atiende sino desde la soberbia de quien piensa que con una frase graciosa —y los apodos adecuados— es suficiente para deslindar su responsabilidad sobre las administraciones pasadas.
Así, día con día, los problemas simplemente pasan sin que sean atendidos, a menos de que logren ser elevados a las conferencias matutinas, en un tono que toque el corazón del primer mandatario —emir de sus creyentes— que cuenta con otros datos para cualquier circunstancia. Las noticias sobre inseguridad son descartadas —alguien más pateó el avispero, seguro andaban en malos pasos, es una estrategia para hacer quedar mal al gobierno—, así como las relativas a la corrupción de los funcionarios actuales —a quienes las investigaciones de sus aliados indultan sin pudor— o aquellas que tienen que ver con la pobreza conceptual de los proyectos emblemáticos del sexenio: el Tren Maya va porque va, aunque no quieran los indígenas; la refinería se construye, a pesar del terreno pantanoso en el que pretende asentarse; el aeropuerto de Santa Lucía también, aunque los expertos, usuarios y operadores, consideren que es una decisión equivocada. Ante la evidencia, la convicción: me canso ganso.
Me canso ganso. Las noticias quedan atrás, ante el prodigioso bateo de quien sabe que la tribuna seguirá festejando, en tanto las tarjetas del bienestar reciban sus depósitos, y la responsabilidad de lo negativo pueda depositarse sobre alguien más. Atrás han quedado, así, desde la muerte de la gobernadora de Puebla hasta los errores que desembocaron en la lucha contra el huachicol; la desaparición de estancias infantiles, los niños que mueren por cáncer ante la falta de medicamentos, el enfrentamiento en Culiacán y la liberación de un narcotraficante en circunstancias —todavía— inexplicables. El asilo a criminales de otros países, y los reclamos de quienes exigen, al interior y al exterior, que se cumpla con la Doctrina Estrada o, mejor aún, que se cumpla con las proclamas sobre el respeto al derecho ajeno del prócer de moda en esta administración.
Asuntos importantes que han dejado de importar, aunque las crisis permanezcan latentes: esta semana, sin ir más lejos, poco se hablará —y menos se resolverá— sobre los asuntos que deberían de tratarse y atenderse, aunque la relación entre EU e Irán ponga al mundo entero al borde de una guerra fatídica —en la que estaríamos directamente involucrados por la cercanía geográfica y el presunto involucramiento de los grupos criminales de nuestro país—, y mucho menos aún sobre el incremento en tarifas e impuestos —a pesar de las promesas presidenciales en sentido contrario—, sobre los muertos en la cárcel de Zacatecas —a pesar de los regaños de sus madres—, o, menos incluso, sobre el rechazo frontal del EZLN hacia unas obras que habrán de afectar el patrimonio histórico, y el hábitat natural, de los pueblos indígenas. Noticias nacionales, e internacionales, que ya no importan.
Hay noticias, sin embargo, que no pueden soslayarse. Por ejemplo: Cuatro feminicidios en unas horas sellan el año más sangriento de la década en Perú, reporta el diario español El País el 29 de diciembre, antes de señalar que el desinterés policial conmociona a una población que ha registrado 164 mujeres asesinadas en 2019 por violencia machista.
164 mujeres asesinadas, en Perú, en 2019; más de 3,000 asesinadas, en nuestro país, en el mismo periodo. 164, que preocupan a una sociedad entera; 3,000, ante cuyas protestas el mandatario prefiere no opinar, pero cuyas redes presentan como feminazis mientras se desvirtúan sus causas.
164 feminicidios al año en Perú, contra 3 mil en México. Algo no está bien, sin duda. Aunque el Presidente tenga otros datos. Aunque se canse el ganso.Información Excelsior.com.mx