Por Leo Zuckermann
Se ha analizado mucho los dos primeros años del gobierno de López Obrador. Poco se ha hablado, sin embargo, de los grandes desafíos que enfrentará el próximo año. Son varios y complejos.
Comencemos con el más importante. Este año está terminando con un aceleramiento de los contagios y fallecimientos de covid-19. Desde que comenzó esta pesadilla, el gobierno ha tratado de minimizar los terribles efectos de esta pandemia. En lugar de contener el número de contagios y muertos, su prioridad ha sido la no saturación de los hospitales. Estamos cerrando el 2020 y cada vez es más evidente que hasta en eso han fallado: en varias regiones del país, incluyendo la Ciudad de México, muchos hospitales se encuentran saturados.
La buena noticia es que ya vienen las vacunas. El reto será la vacunación. Nada fácil tomando en cuenta que dos de ellas (la de Pfizer y Moderna) requieren de una red de congelamiento para su distribución. Este gobierno, además, ha desmantelado el sistema de reparto de medicinas y vacunas que existía antes.
Fiel a su estilo, el Presidente ya anunció que las Fuerzas Armadas distribuirán las vacunas. Vamos a ver cuánto se tardan en aplicarlas a un buen número de habitantes para así lograr el control y disminución de los contagios y fallecimientos.
Luego está el reto económico. Como sabemos, de todo el mundo, México es de los países que tendrán una mayor caída de su Producto Interno Bruto este año. Se calcula en -9%. A esto hay que agregar la disminución de -0.3% del 2019. Un tercio de este sexenio hemos tenido un crecimiento económico negativo.
Según los expertos, todo indica que el año que entra finalmente tendremos uno positivo: entre 3 y 3.5%. No está mal, pero tampoco alcanzará para reponer lo perdido durante los dos primeros años.
Para el gobierno esto es un asunto toral. Los dos primeros años han logrado sostener el gasto público utilizando una serie de fondos que ya no tendrán el año que viene. Que la economía crezca es fundamental para sostener las prioridades de este gobierno: los programas sociales y sus proyectos de infraestructura (aeropuerto de Santa Lucía, Tren Maya, refinería de Dos Bocas y Corredor Transístmico).
El problema es que, con hechos y dichos, el Presidente ha espantado a los inversionistas nacionales, quienes han bajado al mínimo su gasto de capital. Mientras el gobierno no cambie su postura de “estira y afloja” con los capitalistas, será difícil que éstos incrementen sus inversiones en México.
El gran reto político será, sin duda, las elecciones intermedias, las más grandes de la historia. Por los puestos de elección popular que estarán en juego, éstas tendrán un fuerte componente local. Sin embargo, los resultados tendrán una consecuencia nacional, una especie de referéndum sobre el Presidente y su llamada Cuarta Transformación. Buenos resultados para Morena y sus partidos satélite fortalecerán a AMLO, y viceversa.
El Presidente mantiene altas tasas de popularidad. Prácticamente las mismas que tenían Fox y Calderón a estas alturas de su sexenio. Sin embargo, ambos perdieron las elecciones intermedias de 2003 y 2009, respectivamente. Peña, en cambio, tenía una popularidad baja y el PRI, junto con el Verde, ganaron los comicios de 2015.
Otro desafío importante para el gobierno será la llegada de Joe Biden a la presidencia en Estados Unidos. Quiérase o no, AMLO había logrado una suerte de equilibrio con Trump. Eso terminará el 20 de enero. El gobierno mexicano deberá encontrar una nueva manera de llevar sus relaciones con el estadunidense. No será fácil ya que hay temas en los que habrá, desde el inicio, tensiones. El más evidente es la postura de Biden a favor de las energías limpias frente a la de AMLO a favor de las fósiles.
Muchas de las reformas legales de la llamada Cuarta Transformación se encuentran desafiadas en la Suprema Corte de Justicia. Vamos a ver si los ministros ratifican estas reformas o las echan para atrás. En la práctica veremos qué tanto la Corte sigue siendo independiente, si se comporta o no como contrapeso al Poder Ejecutivo.
Finalmente, en 2021 el Presidente tendrá que tomar una decisión muy importante: si ratifica o no al gobernador del Banco de México, Alejandro Díaz de León, por un periodo más de seis años. Hacerlo mandaría una señal de gran certidumbre a los mercados. De no hacerlo, será trascendental quién nomine AMLO para sustituir al gobernador actual. Una mala elección podría tener consecuencias nefastas para una economía en proceso de recuperación.
Twitter: @leozuckermann
Información Excelsior.com.mx