Por Pascal Beltrán del Rio
Diecisiete mil muertos (17 mil 10 para ser precisos) en los primeros 182 días del gobierno dan un promedio de casi 93.5 al día.
Rápidamente se ha ido la décima parte del sexenio de López Obrador y la demanda de seguridad pública que impulsó al tabasqueño a la Presidencia no se ha cumplido.
Se podrá alegar lo que se quiera, pero esos son los datos. No hay otros. Los números son irrebatibles porque es el propio gobierno el que los registra.
López Obrador ya tuvo que reconocer que este año el país no crecerá ni al 4%, como se comprometió en campaña, ni al 2%, como apostó a principios de abril pasado y reiteró a fines de mayo.
¿Qué dirá sobre la inseguridad en el informe que presentará en el Zócalo el próximo lunes? Sería bueno que, en la misma línea del crecimiento económico, admitiera que las expectativas ciudadanas no se han alcanzado.
Las razones pueden ser varias —seguramente no todas atribuibles al actual gobierno—, pero la corrección de un problema exige que, de entrada, se le reconozca.
Es probable que AMLO sostenga que su principal estrategia para enfrentar la inseguridad aún no se ejecuta. Sería un argumento atendible, pues apenas esta semana se pondrá en marcha la Guardia Nacional.
Lo que no podrá evitar el Presidente es que se demanden resultados a partir del punto en que parte: 93 muertos al día.
Eso hizo él mismo desde la oposición: juzgar la actuación del gobierno en turno (de los expresidentes Calderón y Peña Nieto) a partir del muertómetro. Por congruencia, tendría que aceptar que se haga lo mismo con él. Y, aunque no lo acepte, así se hará.
El 24 de abril pasado, López Obrador pidió un plazo de seis meses para que bajara la inseguridad. Hoy se cumple la tercera parte de ese lapso. Le quedan cuatro meses para cumplir. El problema es que la violencia no ha bajado. En los primeros 90 días del sexenio, el promedio de muertos estaba casi igual que hoy: 94 al día.
Aquí he expresado que ojalá la Guardia Nacional funcione. Apostar por su fracaso es apostar por el triunfo de la criminalidad. Pero, para ser honestos, no veo que vaya a funcionar porque no se distingue en mucho de las anteriores.
Sigo pensando que el camino hacia la seguridad debe fincarse en la construcción de policías municipales eficientes. El expresidente Calderón lo intentó, pero la idea no pudo culminarse por una falta de compromiso de los gobernadores, quienes siempre estuvieron más cómodos con que les enviaran a elementos federales (militares y policías) para hacer el trabajo. Hoy, las policías municipales ni siquiera son contempladas como parte de la solución.
Así que la Guardia Nacional es lo único que hay. Quizá algunos aleguen que el gobierno también está intentando, mediante el otorgamiento de becas, convencer a las bases sociales de apoyo de desistir de incurrir en la ilegalidad. Sobre esto, baste decir que no hay una sola evidencia de que sirva y que las becas, y otros programas sociales, parecen más una forma de cooptación electoral que otra cosa.
Dentro de cuatro meses, el 24 de octubre, habrá que evaluar si el gobierno de AMLO tuvo éxito (aunque, para ser justos, no fijó una meta precisa de reducción de la incidencia criminal). Si logró —digo yo— mínimo una reducción de 25% en el número de muertos al día, entonces así habrá de decirlo y darle más tiempo. Si no, uno esperaría un cambio de estrategia. Claro, junto con la admisión de que este gobierno —y no el anterior— erró en el diagnóstico y el remedio. Información Excelsior.com.mx