Por Pascal Beltrán del Río
Una de las preguntas, de muchas que se generaron a raíz de la sorpresiva desestimación de cargos contra el general Salvador Cienfuegos en Estados Unidos, fue qué obtuvo ese país a cambio.
El canciller Marcelo Ebrard ha dicho que la decisión de repatriar a Cienfuegos se basó sólo en el señalamiento, por parte de México, de que la cooperación entre los dos países dejaría de tener sentido si se daban detenciones como la de Cienfuegos sin que el gobierno estadunidense cruzara antes la información con el gobierno mexicano.
Cuestionado sobre si México había amenazado con realizar alguna acción específica en caso de no encontrar respuesta a su inconformidad, Ebrard afirmó:
“No, yo no le externé al fiscal general (William Barr) ninguna acción específica (…) Siendo un hombre muy inteligente (…) le quedó muy claro y me imagino le preocupó el impacto que esto podría tener en nuestra relación bilateral y en esa cooperación”.
Algunos medios estadunidenses han publicado que México advirtió que, de no haber un acuerdo, se impediría que siguieran actuando en territorio nacional los agentes de la DEA, lo cual ha sido negado por el propio presidente López Obrador.
Pero, entonces, ¿a cambio de qué fue la repatriación de Cienfuegos? Puede ser que haya sido 1) a cambio de nada o 2) a cambio de algo que no tiene que ver con los agentes de la DEA.
Conociendo el estilo de negociar del presidente estadunidense Donald Trump, y dado que está a punto de abandonar la Casa Blanca, es muy poco probable lo primero.
Creo, más bien, que la inusitada decisión de enviar a Cienfuegos de regreso a México fue a cambio de algo, aunque nada relacionado con la DEA.
¿Por qué? Porque dudo que a Trump le preocupe el futuro inmediato de la cooperación antidrogas. Y si le importara la DEA, la decisión que tomó sería contradictoria porque ésta ha dejado a la agencia en ridículo.
Yo soy de la idea de que hubo otro cálculo: la posibilidad de que México retirara a los miembros de la Guardia Nacional que han contenido durante meses la migración proveniente de Centroamérica que busca llegar a Estados Unidos.
Bastaría que México dejara de vigilar su frontera sur para que, en unos cuantos días, decenas de miles de hondureños, guatemaltecos y salvadoreños, así como personas de otras nacionalidades, se agolparan en la frontera con Estados Unidos.
México podría haber dicho que, dado que no hay cooperación con Estados Unidos, daría vía libre a los “hermanos centroamericanos” y reasignaría a los 27 mil miembros de la Guardia Nacional actualmente dedicados al tema migratorio –desde que Trump amenazó con aplicar aranceles a las exportaciones mexicanas– para que se aboquen a labores de seguridad pública, que mucha falta hacen.
¿No fue esa la manera en que el gobierno cubano dobló a Washington en el verano de 1994, permitiendo la salida de 37 mil balseros en unos cuantos días?
El control de la frontera fue la principal promesa de Trump al electorado en 2016 y, con la indudable ayuda de México, la ha cumplido.
Ahora aspira a mantener el control del Partido Republicano y, eventualmente, ser otra vez candidato presidencial en 2024. Por eso, no podría darse el lujo de permitir un caos migratorio a unas semanas de dejar la Casa Blanca.
BUSCAPIÉS
*“Si hay alguna investigación, indagatoria, indicio de corrupción, de colusión con la delincuencia, que se haga del conocimiento a la autoridad mexicana, que México sabrá aplicar la ley”, dijo ayer el canciller Ebrard, al hablar de la cooperación con Estados Unidos en materia de seguridad. Y agregó: “Que quienes resulten responsables, en su caso, de acuerdo a nuestras leyes sean procesados, juzgados y, en su caso, sentenciados en México, por México y no en otros países”. Si ese es el criterio, resulta difícil de entender que nuestro país siga extraditando mexicanos para ser juzgados en Estados Unidos. La más reciente se realizó apenas el 1 de noviembre. Información Excelsior.com.mx