Por Ángel Verdugo
Si bien algunos de los que tienen acceso a información privilegiada afirman ver la luz al final del túnel, no son pocos los que recurren al clásico que no se cansa de prevenirnos: No les crean, es una locomotora a toda velocidad.
¿En qué lado se ubica usted? ¿Con los que prefieren pensar que es el final del túnel o, al igual que los que sin temer a que los acusen de pesimistas, prefiere pensar en una locomotora a toda velocidad y busca, así fuere algo imposible, protegerse ante lo que parece arrasará todo lo que esté a su paso?
Si ahora pasáremos de la metáfora o la alegoría del túnel y la locomotora en sentido contrario a la realidad geopolítica actual, deberíamos entonces hablar de lo que los espacios mediáticos llaman ya —sin eufemismo alguno—, La Guerra Comercial entre Estados Unidos y la República Popular China. (En inglés, es más corto: US-China Trade War).
Al margen de cómo se identifique ese conflicto el cual, a ratos parece que derivará en un conflicto de escala mundial y en otros, queda simplemente como un tuit de un presidente enojado, hay algo que no debemos tomar a broma. Sin importar los alcances de ese enfrentamiento entre las dos economías más importantes del mundo, y dejando de lado el desenlace mañana o pasado, ¿por qué no lo vemos desde la óptica de un país carente de la fuerza para mantenerse al margen y además, sin la fuerza para poder influir en el curso de los acontecimientos?
Ese país, a querer y no, es el nuestro; este sufrido México cuyos niveles bajísimos de productividad en los tiempos que corren, lejos de hacernos ver el futuro con optimismo nos impulsan en sentido contrario, a ver el presente con una preocupación tal, que de no atenderse el problema de nuestra casi imposible capacidad para elevar aquéllos, es poco lo que podríamos esperar.
Es en ese contexto, tanto externo como interno, que deberíamos preguntarnos esto: En caso de una escalación peligrosa de aquel conflicto, ¿hacia qué lado nos inclinaríamos o, dicho de otra manera, a qué país apoyaríamos?
Le recuerdo que, dada nuestra debilidad estructural en el ámbito económico, y el desprestigio que marca hoy de manera indeleble la gobernación llevada a cabo por este gobierno, no podemos abstenernos de tomar partido por uno u otro país. Si aceptare esto que afirmo, ¿a qué país apoyaría nuestro gobierno?
¿Piensa usted que nos pondríamos del lado de la República Popular China, debido a ese antinorteamericanismo enfermizo que nos acompaña desde mediados del siglo XIX? ¿En verdad piensa que dicha alternativa sería factible, repito, de escalar el conflicto entre aquellos dos gigantes?
¿Qué pensaría usted si le dijere, que la única salida para nuestro gobierno sería, guste y la aceptemos o no, alinearnos claramente con Estados Unidos? ¿Le molestaría a usted? Es más, por encima de esa molestia la cual no juzgo, ¿piensa que podríamos adoptar una posición diferente? ¿En verdad eso pensaría?
¿Qué elementos se requerirían para que México, en esta coyuntura y con lo dicho en párrafos anteriores, pudiere darse el lujo de colocarse del lado de una dictadura como la que ejerce el gobierno autócrata de siete dictadorzuelos sobre 1,400 millones de habitantes de la República Popular China? ¿Acaso vería usted correcto que México, se aliare con Xi Jinping, que ya se ve como nuevo emperador, contra Estados Unidos?
¿Por qué no le da una pensada al tema? Una revisión de la historia de México desde la Segunda Guerra Mundial le sería útil. Información Excelsior.com.mx