Por Ángel Verdugo
No hace mucho, quien rendirá la protesta de ley este sábado 1º de diciembre declaraba, orgulloso, no poseer pasaporte; hoy, como sabemos, ya lo tiene y ha realizado varios viajes al extranjero de índole diversa.
La pregunta, dado esto último, sería obligada: La mentalidad de la cual hacía gala antes de poseer pasaporte y mostrarse orgulloso de ello, ¿es la misma que en los días que corren? ¿Es posible que aquella visión de rechazo a lo externo sea la misma hoy, del que encabezará el país cuya economía es la número 15 del mundo por su PIB, y actor importante en los mercados globales?
Al margen de ser la misma o no, ¿qué lógica soporta una actitud como la descrita de quien lleva en la política decenios? ¿Qué educación económica recibiría, quien ha visto los cambios estructurales operados en México desde la apertura obligada en el año 1987?
Es más, ¿sería aceptable —a partir de este sábado—, que México tuviere al frente de su gobierno y del Estado, a una persona que de manera evidente rechaza lo ajeno, particularmente las ideas que despectivamente llama neoliberales? ¿Puede hoy, el país que usted guste, modernizarse y hacer crecer su economía con políticas públicas cuyo objetivo es regresar al modelo de desarrollo que privaba allá por los años setenta del siglo pasado?
En estos últimos 30 años, decenas de millones de mexicanos han sido educados en la apertura económica, y en los intercambios con el exterior; como consecuencia de esto, es posible afirmar que la población mexicana menor de 40 años es, con las salvedades que usted guste, una población globalizada. ¿Es posible detener este proceso globalizador? ¿Acaso hay alguien en el nuevo gobierno que piense, que los intentos de regresar a los años setenta del siglo pasado tendrían éxito?
En los tiempos que corren y los vientos que soplan, lo único viable y positivo sería, más apertura y más incorporación a la globalidad y a los mercados globales; esta tendencia es imparable, por más intentos que lleven a cabo aquéllos cuya visión del desarrollo permanece anclada en el pasado.
¿Qué nos esperaría si los indicios cargados de antiglobalidad que han dejado ver los que eventualmente serían funcionarios en el gabinete de López, éste los volviere políticas públicas? ¿Es posible pensar como viable —en el México de hoy y mañana—, una política en lo global cuyo elemento central fuere, una férrea e intensa antiglobalidad?
¿Qué estimula e impulsa las visiones antiglobales en los tiempos actuales, en países que han abrazado desde hace decenios lo global como única posibilidad para la modernización de sus estructuras económicas? ¿Sólo la ignorancia económica o también la necedad ideológica?
¿Acaso los retrasos y los grupos sociales que no han obtenido los beneficios que se ven en amplias regiones del país, es argumento para rechazar un modelo de desarrollo que no nos hemos atrevido a implantar como se debe? ¿No sería más útil y lo único correcto, que en vez de rechazar mecánicamente lo global, intentemos determinar las causas por las cuales esos grupos perdedores no han obtenido los mismos beneficios que otros grupos sociales, y otras actividades económicas?
Intentar cerrar una economía con políticas públicas que buscarían debilitar la tendencia globalizadora en la sociedad mexicana, sería el mejor estímulo para la concreción de la debacle de nuestra economía.
¿Qué hará López al respecto? No me interesa saber qué dirá este sábado, sino qué hará en los próximos meses. Información Excelsior.com.mx