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Aeropuerto, última llamada

Por Jorge Fernández Menéndez

La consulta sobre la construcción del aeropuerto se está convirtiendo en una pequeña crisis de la próxima administración tan gratuita como sin sentido. Una pequeña crisis, por cierto, que se puede convertir en una mucho mayor si se sigue actuando con tanta ligereza y los centros económicos y financieros internacionales deciden tomarla con seriedad.

La consulta, para empezar, no será tal: no tiene representatividad legal alguna, no puede llamarse consulta vinculante a una en la que participará un porcentaje mínimo de la población, que no es organizada por ninguna institución, que no se sabe cómo será financiada, que se basa en preguntas sesgadas, donde se proporciona información tergiversada, donde se pide imparcialidad y se dice desde el gobierno electo que no se hará proselitismo, pero los futuros funcionarios se vuelcan a apoyar la opción de Santa Lucía, que no tiene una sola opinión favorable entre los especialistas del sector, se llamen pilotos, ingenieros, consultoras internacionales, aerolíneas.

Una consulta que se dice irá acompañada de una encuesta que ninguna de las casas encuestadoras serias del país realizará. Todo esto no tiene sentido. Quizás pueda tener una lectura política: López Obrador se opuso, porque no estaba en su estrategia preelectoral de cara al 2006, al aeropuerto de Texcoco en el sexenio de Fox, cuando él era jefe de Gobierno, se volvió a oponer en la campaña electoral de este año porque se trataba de la principal obra de infraestructura de la última década (y la 4T no admite competencia) y ahora, a punto de convertirse en gobierno, tiene que decidir qué hará con una obra en la que ya se invirtieron cien mil millones de pesos, que está financiada en, por lo menos, el 75 por ciento de su costo, que generará importantes ingresos para el Estado cuando esté en funcionamiento y que solucionaría en el mediano y largo plazo un delicado problema estratégico de comunicaciones, además de generar el mayor desarrollo urbano regional de las últimas décadas.

Vaya a saber qué sucedió en las oficinas de la colonia Roma, pero después de que el presidente electo le pidiera su opinión sobre el aeropuerto a distintos especialistas y, sobre todo, a los tres colegios de ingenieros del país, y todos coincidieran en la necesidad de continuar la obra de Texcoco, después de que la consultora internacional Mitre refrendara que esa era no sólo la mejor, sino, prácticamente, la única opción de crecimiento real en términos aeroportuarios, repentinamente todo eso se ignoró, se inventaron o manipularon informes, se resucitó a los macheteros de Atenco y los próximos funcionarios parecen estar en plena campaña pro Santa Lucía, una opción que, simplemente, no es tal porque terminará siendo más cara que Texcoco y que no soluciona ni en el corto ni en el mediano plazo el problema aeroportuario del centro del país.

Es como si después de todos los esfuerzos realizados por sacar el ahora llamado T-MEC (el nuevo TLC con Estados Unidos y Canadá) repentinamente el Senado, manejado por Morena, decidiera dar marcha atrás al mismo. Sería un tiro en el pie en el desarrollo del país. Lo del aeropuerto es similar.

Resulta, por lo menos, paradójico que una obra interesante, que tendrá sentido turístico, pero mucha menor utilidad social, que será por lo menos difícil que cuente con el respaldo privado suficiente porque es muy costosa y la recuperación es incierta, como el Tren Maya, genere tanto entusiasmo en el próximo gobierno y, al mismo tiempo, se quiera desechar de un plumazo el que sería uno de los principales hub aeronáuticos del norte del continente. Por cierto, como muchos ya han hecho notar, para el Tren Maya no hay contemplada ninguna consulta, ni popular ni entre los especialistas. Ya está decidido.

Es difícil de entender. Quizás sólo se trate de una maniobra política para que el presidente electo no tenga que reconocer que una de sus propuestas de campaña estaba equivocada y por eso se respalda en una consulta popular con escasa legitimidad. Lo que sí es evidente es que pase lo que pase con la consulta, el próximo gobierno saldrá perdiendo en algo que podría haber sido un gesto político notable, una opción de ganar-ganar.

Hay tiempo de rectificar, de no jugar con inversiones, mercados y consultoras. De dejar de lado la agenda pequeñita del proselitismo y abordar de lleno la del lugar que tiene que tener México en la economía, en los negocios, en el mundo global, donde somos actores y protagonistas. No nos subestimemos a nosotros mismos.

FEMINICIDIOS

Los llamados Monstruos de Ecatepec, la pareja de asesinos seriales que acabaron con la vida de 20 jóvenes mujeres, no son más que un síntoma, quizás el más brutal, de una enfermedad mucho más extendida y grave, que se llama violencia de genero, discriminación y feminicidio. Todos los días desaparecen mujeres, todos los días, por lo menos, tres son asesinadas, la discriminación es una constante.

Se suman los casos: Valeria, la niña de 12 años asesinada en el Estado de México Maribella Ibarra, la promotora del futbol femenil y dirigente de Xolos de Tijuana, son sólo los más recientes, pero la cuenta es inabarcable. Es un desafío cultural, social, económico y educativo. Alguien tiene que asumirlo. Información Excelsior.com.mx

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