POr Jorge Fernández Menéndez
Luego de dos meses frenéticos, Andrés Manuel López Obrador comenzó una gira de agradecimiento que lo llevará, durante las próximas semanas a recorrer todo el país, y le servirá para consolidar, sobre todo, el poder en cada uno de los estados.
En esta gira, el Presidente electo estrena a su equipo de seguridad, una instancia a todas luces insuficiente para las exigencias de un Presidente de la República. En el transcurso de los días y sobre todo cuando asuma el próximo primero de diciembre, comprenderá la importancia de contar con un Estado Mayor Presidencial (con ese u otro nombre) que lo proteja, le organice sus giras, le proporcione logística, información e inteligencia a él, a sus principales colaboradores y a sus invitados, nacionales o extranjeros. Más allá del esfuerzo que pueda realizar el equipo que encabezará Daniel Asaf es evidente que con cinco personajes por gira, como anunció Andrés Manuel, no se puede garantizar ni la seguridad ni la logística de un mandatario… salvo que se tenga detrás un operativo encubierto y todo sea una simulación.
Más allá de eso, el recorrido tendrá tres objetivos muy claros. Por una parte, consolidará la base de poder que ha logrado Andrés Manuel en todos los estados. En los últimos comicios, logró el triunfo en 19 legislaturas locales, donde tiene mayoría. Para realizar cualquier reforma constitucional, además de hacerla aprobar con mayoría calificada en diputados y senadores, necesita la aprobación de por lo menos 17 legislaturas locales. Ése es el poder estatal que López Obrador necesita afianzar, controlar, porque hay que recordar que la enorme mayoría de esos triunfos es de arrastre de su propia candidatura.
Por eso también, además de trabajar durante la gira con los gobernadores, lo hará con su gente, con los próximos delegados estatales. En los hechos será una suerte de prueba previa a su manejo con los estados. Y, finalmente, le servirá para refrendar el apoyo popular que tuvo el primero de julio y que le permite gozar de las actuales mayorías.
Comienza la gira después de sacar en San Lázaro la Ley Federal de Remuneración de Servidores Públicos que establece que ninguno puede ganar más que el Presidente, una vieja promesa de campaña de Andrés Manuel. Conceptualmente está bien, pero el hecho es que aplicada esa normatividad en forma draconiana lo que sucede es que cada vez más posiciones calificadas del futuro gobierno están quedando sin ocuparse, al tiempo que muchos funcionarios están dejando sus puestos antes de que termine esta administración para incorporarse al sector privado.
Son muchos los puestos especializados en diferentes áreas de la administración pública donde ganar 50 o 60 mil pesos mensuales no es profesionalmente atractivo, sobre todo cuando en el sector privado esos mismos especialistas pueden ganar fácilmente cuatro o cinco veces más. Las áreas de gran especialización, desde el Banco de México o la Secretaría de Hacienda hasta la CFE o Pemex, pasando por las posiciones diplomáticas, serán las que más sufrirán si no existen espacios de maniobra en el tema salarial.
En realidad, lo que tendría que ser importante en el gobierno, dejando fuera abusos o excesos, es la eficiencia del gasto gubernamental más que los salarios en sí mismos. De poco sirve tener funcionarios públicos que cobren menos si su trabajo es ineficiente o si no están preparados para afrontarlo. Muchos de sus colaboradores lo saben, pero el tema de la disminución salarial es algo tan arraigado en el futuro mandatario que es difícil convencerlo (como ocurre con el tema de la seguridad) de que acciones que se ven como políticamente correctas terminan siendo potencialmente peligrosas o ineficientes.
El Presidente electo dejó también una reflexión, que no ha sido retomada con toda la importancia que tiene, sobre el caso de Rosario Robles, la secretaria de la Sedatu acusada mediáticamente de un desfalco que, con base en lo que se ha publicado, no hay forma de comprobar que ella es responsable directa del mismo. Muchos ven a Rosario como la víctima propiciatoria de la próxima administración. Pero el viernes, López Obrador dijo que él consideraba a Rosario Robles como “un chivo expiatorio” de otro tipo de intereses y juegos mediáticos. Cuando Rosario Robles era jefa de gobierno del DF y Andrés Manuel candidato a la ciudad, fueron muy cercanos. Se distanciaron tiempo después porque, ya en el cargo Andrés Manuel y Rosario, presidenta del PRD, ambos aspiraron a la candidatura presidencial del 2006. Las distancias y rupturas fueron entonces inevitables. Me parece un gesto de madurez política de López Obrador no abonar a las políticas de linchamiento.
Finalmente, la celebración del desfile de la Independencia dejó detalles importantes. Uno de ellos no es menor. Según una tradición no escrita, quien encabeza el desfile militar del último año del sexenio es el general que tiene las más altas posibilidades de convertirse en el próximo secretario de la Defensa. Es verdad que estamos viviendo tiempos nuevos, en parte inéditos, pero a veces las cosas no cambian tanto como parece. Por lo pronto registre usted que el desfile de ayer lo encabezó el subsecretario de la Defensa, el general Roble Arturo Granados Gallardo, a punto de cumplir sus 50 años de servicio. Información Excelsior.com.mx