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Andrés Manuel, contra los molinos de viento

Por Víctor Beltri

Los delirios históricos, las epopeyas del pasado, el bálsamo de Fierabrás —poderoso ante cualquier dolencia— de los detentes y los tréboles: el yelmo de Mambrino del combate a la corrupción.

Los libros de caballería, y los héroes de monografía que se confunden con la realidad; las pausas prolongadas, los ensueños y causas perdidas en medio de una crisis nunca antes vista: el aeropuerto con un cerro enfrente, la refinería que perderá dinero, el tren que no va a ninguna parte. El odio hacia los molinos de viento, símbolo del progreso, y la negativa tajante de cualquier apoyo real al sector privado, mientras la pandemia sigue avanzando.

Los molinos de viento, y la lucha denodada en contra de enemigos imaginarios, con tal de imponer una visión distorsionada de una realidad que, en la obra original, sólo hacía sentido para una persona pero que, en nuestra versión tropical, fue compartida por treinta millones de votantes dispuestos a creer en un idealismo quijotesco.

Un idealismo que esconde —detrás de la fachada del héroe que parece estar luchando por un bien absoluto— la falta de interés absoluta por lo que está pasando en el resto del mundo, y pone —de manifiesto— la imposibilidad de ver más allá de las propias ideas.

Ideas que, desde un principio, no tuvieron relevancia, y que no han hecho sino aportar soluciones —rebasadas— a problemas concretos e inmediatos, ante los que el Presidente no ha tenido una respuesta efectiva.

¿Para qué quería ser Presidente? La corrupción no ha terminado, aun para la administración que ha otorgado más contratos directos —y reservado la información al respecto— que ninguna otra en la historia. La economía se desploma, el desempleo se incrementa, la inseguridad está peor que nunca. La polarización y el encono crecen, y la enfermedad se propaga, en una sociedad que aprendió a odiarse a sí misma de la mano de un —supuesto— idealista, sin mayor motivación que la de convertirse en un dictador empeñado en perpetuar su propio nombre.

Un emperador, cuya desnudez no alcanza a percibir por sí mismo, en tanto el resplandor del poder no le permite ver sus propios defectos. Un emperador, cuya apreciación de la realidad no admite —ni siquiera— la fisura en sus planes de una pandemia que le obligue a modificar la conversación y que, como el Quijote, aplica su voluntad al exterior sin ser capaz de ver más allá de aquello que le acerque a la hazaña a la que se siente llamado. El nuestro dice que es terco, y lo considera una virtud; el de Cervantes nos ha mostrado cómo esos mismos atributos terminaron por atrapar a su protagonista entre las aspas de un enemigo que, no por imaginario, resulta menos fatal.

Un enemigo imaginario, que le impide ver a otro —más que real— que él mismo está construyendo. El mandatario incompetente tendrá que responder a quienes sufren en esta crisis, y a los empresarios que trata de estrangular, pero también tendrá que contestar a quienes hace unos meses le apoyaron y que, hoy en día, cuestionan la cordura de sus decisiones con la legitimidad del voto otorgado. El Quijote lo asume todo como dado, en tanto sirva a sus ensoñaciones; Sancho, mientras tanto, tiene que preocuparse por sobrevivir a las aventuras del señor a quien sirve.

Un señor que no puede ver más allá de sus propias obsesiones, y que hoy arrastra a un país entero en su delirio. Por eso las cifras falseadas, en la salud y en lo económico; por eso las propuestas insensatas y las soluciones que no aportan sino a la lucha en contra de los molinos de viento. Por eso el ataque frontal a quienes etiqueta como conservadores, mientras les pide una tregua. Por eso las burlas desde el extranjero, y la desconfianza de los inversionistas reflejada en el tipo de cambio.

Por eso la polarización desde el inicio, por eso la debacle de salud que viene, por eso la nación a la deriva, y la catástrofe económica que le viene —como anillo al dedo— para conseguir imponer la dictadura del proletariado y el principio de un nuevo país. Un país, ciertamente, de pesadilla. Información Excelisor.com.mx

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