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Ante eso, ¿qué nos queda? ¿Reír, llorar?

Por Ángel Verdugo

El espectáculo ya comenzó; las escenas en el primer acto de lo que espero no termine en ópera bufa, empiezan a mostrar poco a poco las cualidades histriónicas de los tres actores principales del reparto. Hemos visto a dos de aquellos tres en sendos monólogos; del tercero, sólo destellos que no permiten, a estas alturas de la obra, emitir un juicio definitivo acerca de sus capacidades como actor en una obra que es, sin duda, de primera importancia.

El acto donde aparece disfrazado de indígena chamula, debo decirlo, no permite albergar esperanzas de una buena actuación; sin embargo, no olvidar que es apenas la precampaña lo cual, también es válido para los otros dos.

En las obritas en las cuales ha participado el tercero en los últimos años, fue actor de reparto, con pequeñas intervenciones; esta vez, sin haber demostrado ampliamente una capacidad actoral que lo habría consagrado como un actor de primera línea —dicen algunos de sus malquerientes—, estará como actor principal por decisión del autor de la obra, un dramaturgo al que muchos no le reconocen calidad literaria para haber escrito una obra de esta importancia. Ya veremos pues, como solemos decir en el beisbol del pitcher abridor, qué trae en la bola este tercer actor.

De los dos mencionados al principio, esta vez me detendré en el segundo, López; él, lejos de exhibir —dada su experiencia actoral— calidad histriónica, se ve avejentado, panzón, desaliñado y fuera de forma. Además, ya es norma su lentitud al hablar como buscando la palabra exacta en su limitado vocabulario. ¿Algún problema mental empieza a aflorar?

Otro detalle para recordar —dada la duración de la obra en la que participan los tres—, es que López no respeta libreto alguno; es más, los hace a un lado pues prefiere los suyos, refritos todos de obras de hace 50 o más años las cuales, parece olvidar, fueron un rotundo fracaso.

A pesar de su participación en dos temporadas teatrales como la actual, ha sorprendido la pésima calidad de sus diálogos, y la locura de sus ocurrencias más cercanas a las morcillas dignas de una carpa barata, todo aderezado con frases sin relación con el tema central de la obra.

Desde el comienzo de la nueva temporada —al igual que en las dos anteriores—, su desempeño actoral ha sido el mejor ejemplo de lo que no debe hacer un actor serio y profesional. Incluso en una de las anteriores, se dio el lujo de no asistir a la función para desempeñar el papel asignado.

Todo deja ver que, en esta tercera intentona por obtener el galardón obsesivamente buscado por López, aquél lo eludirá pues irá a parar a las manos de alguno de los otros actores principales. Las primeras opiniones de respetados críticos teatrales y las de algunos de sus cercanos, dejan ver que es tal su soberbia en este tercer intento, que incluso rechaza cuestiones tan elementales para un actor teatral como es aparecer bien peinado, fajada la camisa y con un traje de su talla y no el guango que suele usar.

Algunos van más allá y comentan, que han empezado a aparecer los primeros síntomas de demencia senil; los constantes lapsus y los silencios cada vez más prolongados, pintan un panorama de su salud mental el cual, por decir lo menos, tiene preocupados a los cercanos.

El desempeño visto hoy es tal, que críticos teatrales de otros países que veían en López un nuevo Laurence Olivier, se toparon con una mala copia de actores mediocres como Luna o García.

Ante eso, ¿qué queda? ¿Reír, llorar o hincarse y rezar? Información Excelsior.com.mx

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