Por Yuriria Sierra
No necesitamos confirmación, es evidente, de forma muy, muy anticipada, ha iniciado el proceso de sucesión en nuestro país y apenas llegamos a la mitad del sexenio, pero ante la repetición constante del pique y provocación desde Palacio Nacional, bien les y nos hace pensar en el futuro, en lo que podría llegar.
Me explico: nadie niega que tanto Claudia Sheinbaum como Marcelo Ebrard operan con la mirada puesta en 2024. Por un lado, la jefa de Gobierno ha comenzado a fijar su posición: actos de presencia en las tomas de protesta de las recién llegadas gobernadoras, incluida Evelyn Salgado con todo y la polémica que representó su lugar en la boleta electoral. Con esa campaña en particular Sheinbaum, ha entendido que su papel y su estrategia hoy es la de buscar las vías que fortalezcan su lugar en la política nacional, pero siempre sin dar la espalda a quien todo lo decide en el país y que muuuuuy probablemente también será el que decidirá el nombre de su posible sucesor o sucesora. No es gratuita su declaración sobre lo preparado que está el país para tener una mujer presidenta. Ella así lo ha entendido y ha optado por pagar el costo político que esto pueda traer, sabiendo que llegada la hora, puede marcar su distancia. Por algo sabe que debe alimentar ese otro frente, el que se ha ganado desde hace años y que tiene que ver con su trabajo científico. Hace apenas unos días se reveló su participación en el estudio El panorama evolutivo de la variante B.1.1.519 del SARS-CoV-2 y su impacto clínico en la Ciudad de México, publicado en la revista Viruses. Ella manda mensajes de lealtad al Presidente, pero también de su propia valía en los terrenos que le han dado prestigio internacional al margen de su cercanía con la figura presidencial. Las mujeres entendemos de las noventa pistas y lo complicado que es ser supermujer en el mundo de los hombres.
Pero también está superchelito, Marcelo Ebrard que lleva tres años y medio atendiendo todos los fuegos (internos y externos que se le presentan a México) evitando con ello crisis de mayores proporciones. Ahí está el caso más reciente: la participación de México en la COP26 está siendo representada por él. Ahí lo hemos visto, empujando el reconocimiento universal de vacunas y certificados de vacunación. Gracias a la labor en la SRE, los mexicanos tuvimos antes que muchos países, acceso a las dosis contra covid-19. No podemos dejar de señalarlo. Y a pesar de ello, sigue en el cabildeo que ayude a la aprobación de vacunas pendientes, sobre todo, en la víspera de la reapertura de la frontera de EU. Para eso también habrá servido su encuentro con Joe Biden; así como los que sostuvo con Angela Merkel, Emmanuel Macron, Justin Trudeau, Pedro Sánchez y Mario Draghi. Con todo y la política de Palacio Nacional sobre que la mejor exterior es la interior, la labor de Ebrard ha sido la de mantener a nuestro país ante el reflector global para contrarrestar tanto como sea posible las críticas, los temores y la desconfianza de los mercados. La presumida estabilidad macroeconómica y cambiaria se la debe este gobierno, sobre todo, a las gestiones de su canciller y a los acuerdos con Hacienda y el Banco de México.
Y, ahí están ellos, como también Ricardo Monreal, quien ya levantó la mano. Y porque este viejo lobo de mar hoy senador entiende y mucho de política a la mexicana, podemos adelantar que sus momios están siempre puestos a favor de Monreal, porque si algo ha sabido siempre es minimizar su máxima pérdida o maximizar su mínima ganancia.
Pero qué bueno que hoy hablemos ya de la sucesión, porque eso también se convierte en un contrapeso, no sólo frente a Palacio Nacional, también frente a una oposición bastante perdida y desarticulada. La sucesión en marcha ya enriquece las narrativas y obliga a todas las partes a fijar posturas y a perfeccionar desempeños. Esa diversidad y asertividad es lo que hace falta en el debate público, últimamente tan acostumbrado a lo que expresa exclusivamente una sola voz. Información Excelsior.com.mx