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¿Aplicar la ley hoy, o reprimir mañana?

Por Ángel Verdugo

Si en los tiempos actuales usted fuere el gobernante de México, la CDMX o Jalisco, ¿qué contestaría a la pregunta del título? ¿Acaso sería un suicida político y respondería convencido y con firmeza, que la aplicaría hoy sin distingo alguno? Sin embargo, y sin poner en duda que así respondería usted, el resto de los interrogados, primero, evadirían contestarla claramente y segundo, buscarían antes de cualquier otra cosa la excusa salvadora, y cambiarían de tema.

En México, por desgracia, nuestros políticos siempre prefieren decir tonterías al por mayor que esconderían —pretendidamente— su nula disposición a contestar preguntas como las del título —de manera lógica y con apego a la ley y el ejercicio responsable de la gobernación—, antes de dar una respuesta clara a preguntas “comprometedoras”.

Saben, las más de las veces por experiencia propia, que la claridad de su respuesta —en un sentido o en otro— a preguntas consideradas comprometedoras equivaldría, para decirlo sin rodeos, casi al suicidio político.

Aun cuando fueren muchas las razones que explicarían y justificarían esta conducta —extendida y aceptada sin el menor cuestionamiento entre nuestra clase política— antes de cualquier otra cosa, exhibe una cobardía peligrosa en la gobernación. Tal parece que el credo que suelen seguir a pie juntillas los integrantes de nuestra clase política, no es otro que éste: definirse, jamás; ambigüedad, siempre.

Sirvan los párrafos anteriores para ver con ojos críticos los hechos registrados desde el jueves pasado —tanto en Guadalajara como en la CDMX—, y su secuela; básicamente, los mensajes de Alfaro y la científica Sheinbaum.

No entraré en los detalles de lo dicho por ambos gobernantes en sus mensajes —dada la gran difusión que han tenido ambos—, para verlos desde una óptica diferente: ¿Qué parecen entender ambos —Alfaro y Sheinbaum—, por gobernar?

(En caso de no haberlos visto, le doy las ligas de ambos; uno, donde Sheinbaum se muestra dolida por lo que le sucedió a una joven participante en los desmanes en la CDMX el viernes y en el otro, Alfaro simplemente recula y retira los cargos en contra de quienes delinquieron flagrantemente el jueves en Guadalajara:

https://www.youtube.com/watch?v=x4rvj7EZ1I8

https://www.youtube.com/watch?v=33MgsNMR0Fc&t=4s)

Soy de la idea de que, tanto uno como la otra, carecen de la idea más elemental de lo que debe ser una gobernación responsable, y de cómo y con qué deben enfrentar a delincuentes a los cuales, en vez de concederles la impunidad total (cuando no la complicidad en sus actos violatorios de la ley), la autoridad debe aplicarles la ley sin distingo alguno.

La no aplicación de la ley por parte de gobernantes medrosos que ponen, por sobre todas las cosas, su efímera y las más de las veces engañosa popularidad, piensan que se salvan “pateando el bote hacia adelante”. Se equivocan; con esa visión cobarde de la gobernación, nadie se salva. Más temprano que tarde, la situación estalla y el que estuviere al frente del gobierno debería enfrentar las consecuencias de lo que sus antecesores dejaron de hacer: aplicar la ley en su debida oportunidad.

Hoy, Alfaro y Sheinbaum —no se diga el presidente López—, son ejemplos claros de la forma perversa y equivocada de gobernar; si bien para algunos es la forma correcta de hacerlo, cuando las cosas se descomponen y el que está al frente del gobierno debe actuar sin consideración alguna de formas y la ley, los primeros que sufren las consecuencias son los que ayer aplaudían a rabiar al irresponsable que no cumplió con su deber.

No hay remedo que sirva ante la perversidad de no hacer respetar la ley por todos, sin distingo alguno; la realidad alcanza y entonces sí, a enfrentar lo que sí es un dictador. Hoy, dan risa las acusaciones que se hacen al que gobierna de ser un dictador; mejor sería guardar esa calificación para quien de seguir las cosas como a la fecha, inevitablemente y verdaderamente lo será. Ése, al que hoy señalan de dictador, sólo es un cacique pueblerino sin el oficio político de los verdaderos caciques.

No eludamos el tema; o entendemos que la ley debe hacerse respetar por todos sin distingo alguno en su debido momento (con los elementos y facultades que la ley concede al gobernante en turno) o mañana, el que enfrentare el estallido la dejaría de lado, y pondría orden.

Guste o no, esto enseña la historia. Información Excelsior.com.mx

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