Por José Rubinstein
En total están por decidirse tres mil 416 cargos electorales: Presidente de la República, 128 senadores, 500 diputados, nueve gubernaturas, incluyendo la Jefatura de Gobierno de la CDMX, 972 diputaciones locales, mil 596 ayuntamientos, 184 juntas municipales y 16 alcaldías. Los presentes comicios se distinguen por la figura de candidatos independientes —ciudadanos no afiliados a partido político alguno, que contienden por un cargo de elección popular— cuya participación depende de lograr recabar las firmas solicitadas, cumpliendo con los señalamientos del Instituto Nacional Electoral, y en su caso con los Organismos Públicos Locales Electorales. Asimismo, en la presente justa electoral, en forma inédita, el candidato presidencial del PRI no está afiliado al partido tricolor, partido que participa en coalición con el Verde Ecologista y con Nueva Alianza. Otro distintivo electoral es la incongruente alianza entre el conservador PAN con el izquierdista PRD y Movimiento Ciudadano.
Y de modo relevante destaca Morena, partido fundado apenas en 2014 por el dos veces derrotado candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, representando al PRD y que hoy como candidato de su propio partido compite nuevamente por la Presidencia de México, encabezando al momento las preferencias electorales, en sorprendente coalición, además del Partido del Trabajo, con el diminuto evangelista Partido Encuentro Social.
José Antonio Meade ha mostrado capacidad y experiencia, sin embargo, en la actual coyuntura no resulta fácil convencer de la marca PRI, algo así como intentar correr con una bola de plomo encadenada al tobillo. Al PRI le achacan de lo que sí y también de lo que no. Meade llega a la campaña declarándose listo para lo que sigue, con la seguridad de que falta poco para contrastar, en su ser, hacer y decir, debatiendo ideas y fijando posiciones sin ambigüedades.
Ricardo Anaya a tantos empujó para llegar, que ahora tantos lo empujan para no llegar. Anaya cimbró las estructuras de su propio partido en su férrea obstinación por la candidatura que hoy sostiene, señalado de lavar dinero en un negocio inmobiliario, que de ser culpable, lo procedente hubiera sido fincar ya la acusación formal, de lo contrario, el mismo tiempo lo exonerará. Anaya asegura conformar un equipo robusto, preparado y, profundamente, enamorado de México.
Andrés Manuel López Obrador se rige con la certidumbre del que ya la hizo, ha designado a su gabinete y adelantado acciones de gobierno. AMLO ofrece replicar el emblemático modelo de Desarrollo Estabilizador aplicado por Antonio Ortiz Mena en Hacienda, pronosticando crecimiento económico del 4% anual, llegando al 6% en 2024, crecimiento doble que en los últimos 30 años. La más fantasiosa o confusa propuesta de AMLO parece quedar exenta de la aduana del cuestionamiento. Olvidamos que del dicho al hecho hay mucho trecho.
La vara para los candidatos independientes fue puesta muy alta, los requisitos parecen haber sido hechos para no cumplirse, lo cual no es justificación para hacer trampa, sin embargo, queda la duda si todo el suscitado enredo de descalificación obedece a negligencia del INE, de los participantes, o alguien —algunos— pretendió pasarse de vivo. A Jaime Rodríguez El Bronco le validaron exclusivamente el 41% del total de firmas entregadas al INE, a Margarita Zavala el 55% y a Armando Ríos Piter únicamente ¡14%¡ de firmas. Algo huele mal en Dinamarca.
La voz del sector privado, por conducto del presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Juan Pablo Castañón, se escuchó al demandar éste a los candidatos presidenciales finalizar sus mutuas descalificaciones y propuestas fáciles y superficiales que derivan en encono social y divisiones estériles, requiriendo un debate serio, profundo y responsable, buscando resolver los problemas que aquejan al país: “Ya basta de agravios, de respuestas superficiales… todos debemos asumir una responsabilidad de participar, de respetar las instituciones que dan sustento a nuestros derechos y de garantizar certidumbre jurídica y estabilidad política. Los empresarios no tienen candidato ni partido… un pueblo que carece de una visión de futuro está en grave riesgo de reeditar su pasado”. Los aspirantes presidenciales, principalmente, y desde luego aquellos que pretenden convencer al electorado deben ponderar sus ofrecimientos sin caer en la demagogia, ya que el riesgo del demagogo es creerse a sí mismo. Información Excelsior.com.mx