Suz Temko descubrió que era intersexual el día de su fiesta de graduación escolar y pasó los siguientes 10 años luchando con su propia autoestima e identidad.
Intersexual es un término que se utiliza para describir a las personas que nacen con características sexuales biológicas que no encajan en las categorías típicas de sexo femenino o masculino.
Así que, aunque se nos dice que las personas nacen hombres o mujeres, en realidad hay muchas otras posibilidades intersexuales.
Suz Temko ha querido contar su historia para dar visibilidad a personas como ella, asegura, no son una rareza, simplemente invisibles:
Cuando tenía 15 años fui a una fiesta. Allí me caí de una manera un poco embarazosa. Fue entonces cuando encontré que tenía un bulto extraño en mi abdomen que no había visto antes.
Ese bulto resultó ser un tumor maligno. Estaba en fase 4 de un cáncer que, según el primer diagnóstico, era de ovarios. Recibir ese tipo de noticias a los 15 años es bastante impresionante.
Cuando recibí el alta del hospital me dijeron si quería saber realmente por qué había tenido cáncer.
Entré a esa reunión entusiasmada por poder darle un poco de sentido a lo que me había pasado, pero el doctor fue tan técnico que realmente no entendí ni una frase de lo que me estaba diciendo. Excepto una que se me ha quedado grabada:
“Tienes cromosomas XY, típicamente masculinos. En otras palabras, eres físicamente una mujer, pero genéticamente un hombre”.
Resulta que el tipo de cáncer que tuve en realidad no era de ovario, porque simplemente no tenía ovarios. Los médicos lo sabían, pero estaban esperando el momento adecuado para decírmelo.
Soy intersexual, es decir, una persona que nace con una variación en los rasgos sexuales que caracterizan a cada sexo. Las diferencias pueden encontrarse en genitales, cromosomas, gónadas u hormonas, que no coinciden con la comprensión binaria típica de los cuerpos ni masculinos o femeninos.
Es muy extraño que estas modificaciones genéticas puedan hacer que se desarrolle cáncer. Le ocurre a apenas el 1% de las personas intersexuales, según estadísticas.
Pero me pasó a mí.
No me había alejado del hospital ni diez pasos cuando todo empezó a cobrar sentido. Al fin descubrí por qué nunca había tenido la menstruación.
Comencé a entrar en pánico. Sentí un vacío enorme en el pecho.
Era el día de mi baile de graduación, pero decidí no ir porque no estaba de humor.
En mi búsqueda de respuestas, encontré diversos manuales y textos sobre cáncer, pero nada sobre qué hacer si eres intersexual. Me sentía como en un agujero negro.
El consejo general de los médicos y de mi familia fue “mantén esto en secreto. No se le digas a la gente”.
Durante los siguientes dos años fui inmensamente feliz. Estaba encantada de estar viva. Me convertí en portavoz de Teenage Cancer Trust (Asociación del Cáncer en Adolescentes) y eso me ayudó mucho a saber sacar lo mejor de mi experiencia con la enfermedad.
Pero había algo que estaba dejando de lado: mi intersexualidad.
Todo cambió cuando tenía 18 años y contraje malaria en un viaje que hice a Tanzania. Por razones de cobertura de mi seguro, tuve que hablar con un médico en Reino Unido.
Antes de ese episodio pensaba que todos los médicos eran maravillosos, infalibles. Creí que eran personas que decían la verdad y que hacían sentir bien a la gente.
Ese concepto idealizado hizo que lo que ocurrió después me sentara mucho peor.
El médico me pidió un historial médico completo y cuando llegué a explicarle que mis cromosomas eran tipo XY, me dijo: “Me has dado un historial médico incorrecto. Si tienes cromosomas XY, eres un hombre”.
Traté de darle explicaciones, pero no quiso escuchar:
“No sé lo que te han dicho, pero eres un niño”, dijo.
Estaba tan enferma, en una posición vulnerable y a pesar de que estaba llorando, él continuó:
“¿Cómo te ves? ¿Cómo son tus senos?”
Fue una pesadilla. Parecía que no me iba a dejar terminar la llamada hasta que admitiera que era un chico.
Fue a partir de esa conversación que mi ánimo empezó a decaer en picada.
Su voz fue como un altavoz para alguno de mis pensamientos más oscuros: que yo era una persona extraña, un fenómeno desagradable.
Como él era médico, sus palabras cobraron mucha más relevancia.
Y cada vez más médicos me hacían sentir que no era una persona normal.
“Toma estas hormonas, te harán parecer una niña … Cumples tres de los cinco criterios para ser considerada una niña. Menos mal que eres bonita”.
Si iba al médico por un catarro, se inventaban cualquier excusa para poder hacer una exploración “ahí abajo”.
Entré en depresión, severa. Llegué a tener pensamientos suicidas.
Empecé a sentir que no estaba bien ser como era. Creía que tenía que volverme súper fina y hasta traté de tener una voz más aguda.
Me aseguré de que mi cabello fuera rubio y largo y me mantenía en una dieta severa para estar delgada.
Creí que debía ser una modelo de Victoria’s Secret con un doctorado.
En esos momentos tenía una relación con un chico encantador, pero no me atreví a contarle la verdad sobre mí por miedo a que rompiera conmigo.
Aceptación
Las cosas empezaron a cambiar en mi tercer año en la facultad cuando mi novio se fue al extranjero y yo me mudé para compartir casa con buenas amigas.
Eran personas increíbles. Les conté que era intersexual y me dejaron muy claro que no tenía nada de lo que avergonzarme. Más bien al contrario, era motivo de celebración.
Mi novio y yo acabamos rompiendo a finales de ese año por culpa de la distancia. Pero no fue el fin del mundo. Empecé mi máster y a trabajar en política. También a escribir un blog sobre cáncer, mortalidad y sobre aceptar el cuerpo de uno mismo.
Y un día pensé: “Esto está mal. Soy una hipócrita. No estoy siendo honesta. Le estoy diciendo a la gente que acepte su cuerpo cuando yo no acepto el mío propio”.
Entonces, escribí una publicación en Facebook en la que, básicamente, le conté a todo el mundo sobre mi intersexualidad.
Lo que vino a continuación fue increíble. La gente respondió de inmediato diciendo cosas como: “Te amamos”.
Se lo conté a mi exnovio y solo recibí cariño y comprensión de su parte. Ahora se ha convertido en un amigo muy cercano.
Las redes sociales me ayudaron a encontrar a una comunidad en la que apoyarme. Y poder conocerlas en la vida real fue como un gran alivio.
Y aunque es bueno escuchar historias positivas, también se aprende mucho de las batallas que ha tenido que lidiar cada persona y saber que no estoy sola.
Llegué a sentirme muy culpable por haber pensado en el suicidio alguna vez ¿cómo podía atreverme a pensar algo así si había logrado sobrevivir un cáncer?
Pero escuchar que a otras personas les había pasado lo mismo me ayudó. Y no solo eso, también fortaleció mi determinación de luchar por los derechos y dar más visibilidad a las personas intersexuales.
Ser intersexual no es difícil. Lo difícil es ver cómo te trata la sociedad.
Todas las batallas sobre salud mental que he tenido ha sido en realidad por cómo la sociedad responde a personas como yo.
La identidad de una persona no es algo sencillo. Yo no soy solo una persona intersexual. Ni tan solo una sobreviviente de cáncer.
Ninguno de nosotros es una sola cosa.
Hubo un tiempo en el que suplicaba “ser normal”. Ahora no cambiaría nada sobre mi cuerpo, me ha dado mucho más de lo que me ha quitado.
Hoy en día soy abierta con mis amigos, en el trabajo y en mis relaciones íntimas.
Y comparto mi historia porque quiero terminar con el estigma (hacia personas intersexuales) y trabajar por un futuro en el que sepamos, celebremos y protejamos a las personas intersexuales como yo.
Ser intersexual no es raro. Entre un 1.7% al 2% de las personas en el mundo es intersexual. Es una cuestión estadística.
No somos unicornios, simplemente somos invisibles.
Con información de BBC Mundo.