Una investigación publicada en la revista Brian, liderada por el Centro Médico Irving de la estadounidense Universidad de Columbia, descubrió que la COVID-19 no infecta directamente al cerebro, no obstante, sí puede causar daños neurológicos importantes.
El estudio analizó autopsias de fallecidos por coronavirus y no pudo encontrar ningún signo del virus en el interior de las células cerebrales, sin embargo, los científicos sí observaron “muchos cambios patológicos” en los cerebros.
Dichos cambios podrían explicar por qué los enfermos graves experimentan confusión, delirio y otros efectos neurológicos, y por qué los casos leves pueden experimentar niebla cerebral durante semanas y meses, según James Goldman, al frente del estudio.
La investigación sugiere que los cambios neurológicos que suelen darse en los pacientes, se pueden deber a la inflamación desencadenada por el virus en otras partes del cuerpo o en los vasos sanguíneos del cerebro.
Los científicos examinaron 41 cerebros de fallecidos durante la hospitalización, con una edad de entre 38 y 97 años, de los que aproximadamente la mitad habían sido intubados y todos tenían daños pulmonares por el virus.
El equipo empleó diversos métodos para encontrar rastros del coronavirus, como la hibridación “in situ” del ARN, la detección de proteínas virales dentro de las células, y la técnica RT-PCR.
Sin embargo, no encontraron pruebas del virus en las células cerebrales, aunque sí hallaron niveles muy bajos de ARN viral mediante RT-PCR, lo que se debió probablemente -consideran- a la presencia del virus en los vasos sanguíneos o en las leptomeninges que cubren el cerebro.
“Hemos examinado más cerebros que otros estudios y hemos utilizado más técnicas para buscar el virus. La conclusión es que no encontramos pruebas de ARN o proteínas virales en las células cerebrales”, afirmó Goldman.
Aunque algunos trabajos aseguran que sí lo han detectado en las neuronas o en la glía (células encargadas de asegurar la supervivencia de las neuronas), el equipo cree que es “resultado de contaminación y que cualquier virus en el cerebro está contenido dentro de los vasos sanguíneos” de este órgano.
A pesar de la ausencia de SARS-Cov-2 en el cerebro, el equipo si detectó patología cerebral significativa que, en su mayoría, se dividía en dos categorías.
Por un lado, encontraron muchas zonas con daños por falta de oxígeno, lo que para Goldman no era de extrañar, pues los fallecidos habían sufrido una enfermedad pulmonar grave, debido a la COVID-19. Algunas eran grandes áreas causadas por accidentes cerebrovasculares, pero la mayoría eran solo detectables al microscopio.
El equipo cree que estas pequeñas áreas de daño hipóxico fueron causadas por coágulos de sangre, comunes en pacientes con COVID-19 grave.
El segundo hallazgo fue “más sorprendente”, pues en la mayoría de los cerebros vieron activado un gran número de microglías, una célula inmunitaria que reside en el cerebro y puede ser activada por agentes patógenos.
Había grupos de microglía que atacaban a las neuronas y, como no se encontró ningún virus en el cerebro, es posible que se activaran por citoquinas inflamatorias, como la interleucina 6, asociadas a la infección por SARS-Cov-2, indicó Peter Canoll, otro de los firmantes de la investigación.
Goldman señaló que hay que seguir investigando para entender las razones por las que algunos pacientes después de superar la COVID-19 siguen experimentando síntomas y ahora examinan las autopsias de personas que murieron varios meses después de recuperarse.
Con información de EFE/Radio Fórmula