Por Yuriria Sierra
A la mitad. Todo está puesto para que los partidos deban operar con la mitad de recursos de los que hoy reciben. Y sí, esto, así como la revocación de mandato, merece primeras planas y euforia ciudadana.
El próximo año ya no se destinarán cinco mil 239 millones de pesos aprobados por el INE, será el 50% de esto, lo que augura importantes y necesarios cambios en la estructura democrática.
México tiene una historia terrible que se describe en una cifra: mientras que la emisión de un voto en nuestro país cuesta 25 dólares, en naciones como en Francia tiene un costo de menos de dos dólares. Así de cara es nuestra democracia.
Y el costo pesa y se siente mucho más cuando entendemos que el nivel de abstencionismo lejos de disminuir, se ha incrementado en las últimas elecciones.
Cuesta cada vez más hacer que un elector ejerza su derecho a elegir a sus representantes.
Las explicaciones son demasiadas, muchas de ellas a la vista de todos: sueldos onerosos a los funcionarios partidistas, gasto excesivo en la operación política, es decir, el dispendio a todo lo que da.
Cuando son tiempos de campaña, los recursos brotan a manos llenas.
Aunque se ahorran el gasto publicitario en medios electrónicos, pues les son otorgados millones de spots por ley en televisión y radio, despilfarran en cuanto se les ocurre: los míticos suvenirs en los plantones, el luche y el acarreo… ya en tiempos del siglo XXI, hasta en granjas de bots y posicionamiento de tendencias en las redes sociales, todo aquello que quepa en los huecos de una ley electoral que, contienda tras contienda, se rebasa a sí misma.
Previo a la elección de 2018, estudios revisaron el comportamiento del electorado en las elecciones previas. Según un informe del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública de la Cámara de Diputados, entre 1994 y 2009 se eligieron tres presidentes.
Periodo en el cual fueron elegidos Ernesto Zedillo y el ausentismo quedó en 23%, pero cuando la contienda fue ganada por Felipe Calderón, marcó 41 por ciento. Quince años y la apatía electoral se duplicó. Seis años después, cuando Enrique Peña Nieto, se quedó en 35.4 por ciento.
Los analistas calculan que cada voto no emitido nos cuesta 50 pesos. Hagamos las cuentas.
La estructura democrática opera para beneficio inmediato de los partidos, pero eso no necesariamente implica que los efectos llegan a los electores.
Sudamérica es hoy ejemplo de organizaciones y aparatos políticos que ya no ofrecen alternativas claras a los ciudadanos.
El recorte en el presupuesto puede y debe ser en México la oportunidad para que estos grupos replanteen sus estrategias. El dinero no debe ser la clave para su operación, tendrán que diseñar mejores vías de acercamiento y participación ciudadana.
Aquí la oposición tendrá particularmente un chance para replantear su camino rumbo a la elección intermedia, por lo pronto.
Sólo tendrán que verlo así, en lugar de ocupar la posición sin proyecto por la que se decantaron tras el triunfo de López Obrador.
El recorte al presupuesto, la revocación de mandato y la eliminación del fuero constitucional deben considerarse victorias democráticas, porque lo importante no es el grupo político que las propuso, sino que le valdrá al que mejor las sepa aprovechar.
*Este espacio se va de puente, regresa el próximo martes 5 de noviembre.Información Excelsior.com.mx