Por Jorge Fernández Menéndez
Para Bibiana, en este año que será suyo, felicidades.
Hay quienes dicen que el PRD se está descomponiendo y puede ser cierto. Quizás, habría que decir con mayor corrección que al Partido de la Revolución Democrática lo están desmembrando con una estrategia consciente y programada desde Morena y desde otros espacios de poder, que se terminan aprovechando, sobre todo, del oportunismo político de algunos de sus miembros.
Tengo la mejor de las opiniones de Miguel Barbosa, me parece un buen hombre, un buen político, una buena persona, por eso mismo me resulta incomprensible su súbita conversión al lopezobradorismo. Creo que nadie en el PRD, con excepción de Fernando Belaunzarán, había marcado con mayor precisión cuáles eran las diferencias de una izquierda progresista respecto a López Obrador. Fue insistente en ese tema durante años: hace apenas nueve meses dijo que “el liderazgo dogmático de Morena, no representa la visión del pensamiento moderno y progresista, con ellos no podemos ir ni a la esquina”, pero ahora Miguel no sólo quiere ir a la esquina con ese “liderazgo dogmático”, sino que quiere llegar, incluso, a Los Pinos.
Dice, también, Barbosa que tomó esa decisión porque quien había propuesto una y otra vez como aspirante presidencial de esa izquierda moderna y progresista, el jefe de Gobierno, Miguel Mancera, no se definía para lanzarse por la Presidencia. No es verdad. Lo que pasa es que están pensando más en sus intereses inmediatos que en la conformación de una corriente política que sea “moderna y progresista”. Mancera está trabajando intensamente en construir una candidatura, pero no quiere, no debe entregarse en los brazos sólo del PRD: quiere formar un movimiento que incluya al sol azteca, pero que vaya mucho más allá, en consonancia con el que está planteando, por su parte, Cuauhtémoc Cárdenas y muy cerca de Enrique Alfaro. Que un hombre tan bien informado como Barbosa no lo sepa no es creíble: no creo que vaya con López Obrador por convicciones políticas, va porque cree que ese “liderazgo dogmático” y conservador puede ganar las elecciones en 2018.
No es el primero que abandona el PRD para irse a Morena entre sus cercanos, ahí está, en un caso muy similar, Zoé Robledo e incluso Armando Ríos Piter. Ellos o Alejandro Encinas están en todo su derecho de abandonar ese partido, pero lo que no entiendo es por qué el PRD les permite ser parte de su grupo parlamentario. En el caso de Barbosa estamos hablando del coordinador del Partido de la Revolución Democrática en el Senado. Uno esperaría que antes de anunciar que apoyaba a un candidato de otro partido dejara, por lo menos, esa posición. Y que su partido se lo exigiera. Son los partidos los que crean la mayoría de las ocasiones los espacios para el oportunismo de sus integrantes, tanto para irse como para escalar posiciones internas sin demostrar congruencia.
Es lo que sucede en el PRI con el caso de José Murat. El exgobernador de Oaxaca, el estado que ahora gobierna su hijo con una fuerte presencia de su padre, representa mucho de lo que la gente no quiere del Partido Revolucionario Institucional. Es en toda la extensión de la palabra, el representante del viejo PRI.
Su historia está jalonada de hechos que lo confirman: desde su inicio como porro universitario (su carrera inició cuando ayudó a rescatar a Luis Echeverría en aquella desafortunada visita a Ciudad Universitaria donde recibió un golpe en la cabeza, lo que lo convirtió en uno de los más aguerridos echeverristas); sus historias como mapache electoral; sus amenazas de dejar el PRI si no lo hacían gobernador de su estado; durante su paso por el gobierno estatal, todo tipo de escándalos y exabruptos, incluyendo el muy notable del autoatentado, un episodio simplemente vergonzoso; sus excesos verbales; su ruptura con su sucesor Ulises Ruiz y la forma en que impulsó el movimiento de la APPO, por lo que fue expulsado del PRI, aunque esa sanción nunca se cumplió a cabalidad; su cercanía con Javier Duarte, de quien fue uno de los principales asesores. En fin.
Por razones familiares, Murat se incorporó al círculo político cercano a Enrique Peña hace algunos años. De esa cercanía surgió, también, la buena relación del ahora Presidente con su hijo Alejandro, quien fue funcionario en el Estado de México, en el gobierno federal y le sirvió para ganar la gubernatura del estado. Alejandro en muchos espacios ha dicho que su padre no tendría nada que ver con su campaña y luego con su gobierno. Lamentablemente no ha sido así: Murat Casab interviene en todo y de una forma reprobable. ¿Qué mejor demostración que aquella grabación insultando a López-Dóriga porque no le gustó cómo entrevistaron a su hijo?
El hecho es que José Murat será el próximo líder del sector popular del PRI, el más importante y numeroso del tricolor. Algunos dicen que se necesita un viejo priista para que los viejos priistas no se vayan con otro viejo priista como López Obrador. Puede ser, pero con él en la dirigencia, hablar de un nuevo PRI resulta casi insostenible. Información Excelsior.com.mx