Por Armando Ríos Piter
La Secretaría de la Función Pública (SFP) concluyó la investigación sobre Manuel Bartlett. Tras la publicación de Carlos Loret de Mola, se exigió saber si el funcionario incurrió en conflicto de interés, enriquecimiento oculto, ocultamiento de conflicto de interés y/o tráfico de influencias. La investigación le atribuyó al titular de la CFE ser dueño de empresas e inmuebles que ocultó en sus declaraciones patrimoniales y de conflictos de interés. Tras varias semanas, la SFP exoneró a Bartlett Díaz con el argumento de que, “al no vivir en el mismo inmueble, no existe un vínculo legal que acredite el estatus de matrimonio o concubinato”, por lo que no tenía la obligación legal de declarar los bienes propiedad de su pareja sentimental.
La explicación dejó insatisfecha a una parte importante de la opinión pública, que equiparó la exoneración con la que se hiciera en el sexenio anterior en torno a la Casa Blanca de Peña Nieto; también criticaron al gobierno de ser igual a los del PRI y del PAN. Por su lado, los defensores de la decisión argumentaron que los ataques hacia Bartlett carecían de sustento al estar basados en la “investigación de un periodista sin credibilidad” y, por ello, respaldaron los resultados presentados por la SFP. Para los críticos, el episodio recordó lo dicho por Benito Juárez —tan admirado en la actual administración— “a los amigos justicia y gracia, a los enemigos, la ley a secas”. Para los defensores, quedó claro el enojo frente al saqueo que caracterizó al sexenio anterior, persiste, y en ello deriva el voto de confianza hacia AMLO.
El capítulo Bartlett mostró nuevamente la forma en que la sociedad mexicana ha tratado los temas públicos a lo largo del año que termina. Descalificaciones y señalamientos, pero muy pocos razonamientos. Emociones exacerbadas, con poco o nulo análisis colectivo. Una sociedad cada día más “hiperconectada” para discutir, pero incapaz de dialogar. La guerra de las narrativas se transforma rápidamente en masas de linchamiento que buscan destruir a los contrarios. En lugar de acercarnos, nos alejamos y, así, caemos presa de las historias que construyen y cuentan unos cuantos.
Con el año que termina, queda claro que el camino por recorrer, en la necesidad de transformación política, económica y social que hoy buscan los mexicanos, es aún largo. Especialmente largo y tortuoso, si no aprendemos a convivir para construirlo juntos. Sirva el 2019 para aprender de lo vivido.
Conectar las emociones con las razones, en lo individual y lo colectivo deberían ser nuestro objetivo para el 2020. Hoy nadie puede negar que enfrentar la desigualdad en nuestra sociedad y promover una mayor justicia social es fundamental. Pero también es indispensable construir soluciones inteligentes y eficientes para los males que aquejan a nuestra sociedad.
Lograr una convivencia sana, que nos permita alcanzar un equilibrio con este enfoque es el reto pendiente. Por ello, entre los propósitos de año nuevo los invito a reflexionar que:
1. En un ambiente de extremada polarización, debemos recordar que no somos enemigos, aunque algunos pretendan sembrar esa idea. Es necesario moderar el comportamiento, evitar la rabia y los ánimos de venganza.
2. En un entorno crispado, es fundamental evitar que los derechos de cualquier persona sean vulnerados. Es fundamental combatir la “despersonalización” que algunos buscan; promover la empatía y ponernos en los zapatos de los otros.
3. Necesitamos exigirnos ser una sociedad que valore la verdad, la sinceridad y la transparencia. Evitar la victimización, valorar la independencia, la integridad, la facultad de crítica, la fecundidad creativa y el respeto a la diversidad.
4. Requerimos promover fehacientemente el cumplimiento de las normas sociales y tomar conciencia profunda de la importancia que tiene el comportamiento legal por parte de todos.
La justicia social y la eficiencia que México reclama de cara a la tercera década del milenio deben ser valoradas como parte de nuestro comportamiento colectivo, con conciencia, sin culpas y sin miedos. Debemos ser responsables de nuestros actos para evitar ser utilizados y manipulados por otros. El trabajo digno es pieza fundamental de este proceso. El año que inicia será un gran año, en la medida que hayamos entendido del 2019 que hoy es necesario reaprender a convivir. Información Excelsior.com.mx