Por Ángel Verdugo
Una salida socorrida entre los gobernantes que hacen de la incapacidad para la gobernación su característica más visible, es la construcción de enemigos; estos podrían ser, tanto internos como externos, con tal de que sirvan a los objetivos de aquéllos.
Los ataques y señalamientos hacia esos enemigos pueden subir de tono e intensidad, en función de la gravedad de la situación y/o problema que el gobernante enfrente. Ese enemigo, responsable de todo mal y de las limitaciones y dificultades de índole diversa que enfrenta el país gobernado por quien se distingue por no saber hacerlo, siempre será —como producto de un manejo sin escrúpulos por parte de su equipo de comunicación—, el que cargue con toda la responsabilidad, en vez del poderoso y sus políticas y decisiones equivocadas y absurdas.
Cada gobernante que así procede escoge, dada la situación del país que gobierna, el blanco adecuado para que la treta resulte creíble a los ojos de la población. Una política de comunicación que evidencie, sistemática y permanentemente incapacidad, sería el complemento fundamental de ese objetivo por eludir toda responsabilidad en la difícil situación del país.
El ejemplo más acabado en América Latina es, sin duda, la Cuba de Fidel Castro cuando, poco después de las primeras medidas económicas tomadas al triunfo de su movimiento, a fines de los años 50 del siglo pasado, la respuesta del gobierno de Estados Unidos fue un conjunto de medidas identificadas como El Bloqueo.
A partir de ahí, todo problema en Cuba de la índole que fuera se debía, no a otra causa que al Bloqueo. Toda medida del gobierno de Castro en materia económica, política e ideológica se fundamentaba, de manera inmediata y mecánica, en el Bloqueo. Así fue durante decenios, y así educaron a generaciones de cubanos.
Sin embargo, todo por servir se acaba; la eficacia del Bloqueo empezó a decaer al grado que hoy, prácticamente nadie lo menciona como causa fundamental de la miseria y destrucción de Cuba; lo que sí se menciona, al entender más y más cubanos que lo que explica la desgracia de su país, son las políticas y medidas erróneas aplicadas por Castro para, decía, construir el socialismo.
En otros países de la región, al no padecer un Bloqueo como Cuba, el enemigo casi único era el Imperialismo Yanqui complementado, obviamente, por los traidores y antipatriotas internos. En unos casos la burguesía y en otros, los militares anticomunistas; pero, en esos y en otros casos, el principal responsable y enemigo por definición era, no otro que el Imperialismo Yanqui.
A medida que las economías adoptaron el modelo de economía abierta y se integraron a la globalidad, el monstruo imperialista fue diluyéndose porque, al surgir a la escena la República Popular China, país éste que actúa —en no pocas ocasiones— peor que Estados Unidos, hubo necesidad de buscar nuevos enemigos creíbles en su papel de nuevos monstruos, causantes —evidentemente— de todos los males en nuestros países.
Es ahí donde aparece el nuevo enemigo, tanto en lo económico y político como en lo moral: el neoliberalismo, cualquier cosa que esta expresión signifique. Además, fue tan oportuna su aparición que coincidió con la caída del Muro de Berlín y la extinción de la Unión Soviética, y la adopción del modelo de economía de mercado en la República Popular China y en donde nadie habría imaginado: la República de Vietnam. Aquí, enviaron en 1985 al basurero de la historia la baratija esa de construir el socialismo y adoptaron, sin vacilar, el mercado como guía y fundamento de su nuevo modelo económico.
¿Y aquí? ¿Qué enemigos ha construido este gobierno para encubrir desatinos y medidas absurdas, por decir lo menos? Un enemigo es el (neo)liberalismo, que López ya sepultó sin haber explicado qué entiende por ese concepto; ese enemigo se presta para todo y de faltar algo, le agregó otro: los conservadores y sus ideas. Afirma, insultante, que son hipócritas, corruptos, mentirosos y amorales y él, por supuesto, impoluto, honrado y entregado a su pueblo y servirle.
Esos dos enemigos han servido para ocultar políticas erróneas, decisiones de locura y medidas absurdas rayanas en lo criminal. Ante ello, preguntemos acerca de su eficacia y posible duración. Es más, ante el fracaso evidente de la gobernación actual, ¿le augura usted a esos dos una larga y útil vida? ¡Yo tampoco! Información Excelsior.com.mx