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En este espacio pregunté ayer si el presidente Andrés Manuel López Obrador ganó algo al organizar su evento de masas del sábado 18 de marzo que en alguna medida se pagó con nuestros impuestos. Respondí que no ganó nada.
Anoté que de acuerdo con la encuesta AMLOTrackingPoll elaborado diariamente por Consulta Mitofsky para El Economista su nivel de aprobación el viernes 17 estaba en 62.2% y habría que ver si este aumentaba después del evento.
Pues bien, la mencionada encuesta ubicó ayer en 61.8% el nivel de la aprobación de la gestión presidencial, cuatro décimas de punto porcentual debajo del registrado el 17 de marzo.
Esto puede indicar que la presencia de quién sabe cuántas personas en el Zócalo de la Ciudad de México (el gobierno de la CDMX asegura que fueron 500 000, pero en ese lugar solo caben, muy apretadas, unas 200 000) no sirvió para aumentar el de por sí muy alto porcentaje de mexicanos que aprueban su trabajo.
Cabe entonces preguntarnos qué es lo que buscaba el presidente al convocar a la concentración masiva del sábado pasado.
¿Buscaba acaso ser más popular de lo que ya es? Lo dudo, porque a estas alturas del juego, cuando ya pasaron cuatro años desde que iniciara su gobierno, es difícil que logre superar el 65.9% de aprobación que alcanzó en noviembre de 2021, mes en el que, entre otras cosas, cumplió 68 años, se reunió en Washington con el presidente de EEUU Joe Biden y le pidió que regularizara la situación migratoria de 11 millones de mexicanos que viven en ese país y presentó ante las Naciones Unidas su Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar, aseguró que ese año la economía crecería 6.0%.
¿Buscaba bañarse de pueblo? No lo creo, porque dos vallas metálicas y el templete desde donde presidió el evento lo separaron ese día de los asistentes. Y para baños de pueblo, bastantes se da los fines de semana cuando visita diversos lugares del país.
¿Demostrarles a sus adversarios que cuenta con el apoyo de una clara mayoría de los mexicanos? Para eso no era necesario gastar tanto dinero ni hacerle perder tanto tiempo a miles de personas porque sus adversarios, contrincantes, opositores y enemigos también leen y hasta mandan hacer encuestas para conocer qué tan popular es.
¿Alimentar su ego? Probablemente, porque es innegable que la presidencia ha transformado al político sencillo que una vez fue y conocí. Cada mañana, de lunes a viernes, declara, afirma, instruye y pontifica sobre diversos temas y nadie de los que están presentes en su conferencia de prensa lo contradice y, cuando alguien lo hace, recurre a sus “otros datos” o deja su respuesta para otro día. Cuando es obvio que no sabe sobre lo que alguien le pregunta da una respuesta enredada y confusa y acaba contestando lo que quiere. Es lógico suponer que después de unas 1060 conferencias de prensa en donde cree tener la razón en todo quisiera, tal vez, tenerla nuevamente pero frente a un auditorio masivo que solo puede reunirse en el Zócalo de la CDMX.
Cuidado Andrés Manuel, leí en un sitio dedicado a temas psicológicos que “las personas que viven dominadas por el ego están engañadas, se creen superiores y no ven la realidad”. Eso es peligroso y más cuando el dominado es el jefe de un gobierno.
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Información Radio Fórmula