Por Pascal Beltrán del Rio
A casi un mes, la desgracia ocurrida a los LeBarón no deja de estremecer.
Mujeres y niños indefensos, a merced de sicarios despiadados, que mataron a nueve, en un crimen que, para casi todos, sigue careciendo de sentido y, para los perpetradores, de cualquier consecuencia penal.
Pero el horror no paró ahí. Los deudos no acababan de procesar el ataque cuando ya eran víctimas de un linchamiento en medios y redes por osar decir que los grupos del crimen organizado debieran ser catalogados por el gobierno estadunidense como terroristas.
De una forma miserable, se hizo circular un par de hashtags en Twitter para hacer pasar a los LeBarón como traidores a la patria que deberían ser expulsados del país. ¡Cuánto veneno!
Los mismos que se llenaron la boca en años anteriores hablando de revictimización, pusieron en marcha una campaña de desprestigio digna de convertirse en el libro de texto de la infamia.
Un conductor de radio –del que me ahorraré el nombre, para no gastar caracteres– incluso se atrevió a comparar a los LeBarón con quienes fueron a pedir a Maximiliano que aceptara el trono de México.
Por lo visto, en México no es suficiente ser víctima de un crimen tan atroz como el de La Mora. También hay que someterlo a la violencia mediática y exponerlo a que algún idiota acelerado le haga un daño adicional.
Pero ojalá que la de los LeBarón fuese la única tragedia que lamentar este año. De ser el caso, quizá podríamos asimilarla como sociedad, abrazar a los sobrevivientes, sacar lecciones para que no vuelva a suceder algo así y seguir adelante.
Pero no lo es. ¡Obvio que no! Son miles los asesinados. Y para no dejar ahí el comentario, me referiré a los hechos de la noche del sábado pasado, a unos 30 kilómetros al sur de Reynosa, donde una familia tamaulipeca fue acribillada en una brecha, de un modo semejante a lo que pasó a los LeBarón.
Los Olivares, miembros de una conocida familia de ganaderos de la región, venían de un bautizo e iban de regreso a casa, en la comunidad de El Charco, cuando fueron interceptados por hombres armados. Tres murieron por las ráfagas que les dispararon, incluida una adolescente. Otros cuatro resultaron heridos, entre ellos tres niños.
Medios locales dicen que en la zona rural de Reynosa se libra una batalla a muerte entre Los Escorpiones y Los Metros, desprendimientos, unos y otros, del Cártel del Golfo.
Un caso más de horror en el que se ve involucrada una familia de inocentes, atacada por criminales desgraciados que se ríen de los abrazos y los programas sociales que les ofrece el gobierno federal para que se serenen. Otra zona del país donde ya no se puede circular porque pueden salir al paso sujetos armados y quitarle a uno la vida sólo por estar en un territorio que creen suyo.
Y pensar que luego hay quienes denuncian la privatización y el pisoteo de la soberanía. ¿Qué peor privatización y pisoteo de la soberanía que la que hacen los delincuentes, contra los que el gobierno ha decidido no defendernos?
Me quedo con el muy digno llamado de Adrián LeBarón a quienes han querido llenarlo de mierda y echarlo del país.
“Ustedes pónganle el nombre. Si no es terrorismo el que hayan acribillado y quemado los cuerpos de mi hija y mis nietos, dígame cómo debemos llamar ese acto”. Información Excelsior.com.mx