Por: Pascal Beltrán
El apetito ciudadano por los candidatos independientes parece haberse apagado tan rápido como surgió.
Después de haber sido la figura sensación de las elecciones estatales y federales celebradas en 2015, hoy no parecen provocar mayor interés entre los potenciales votantes.
Y no es que haya renacido su amor por los partidos políticos, sino que esta alternativa electoral no ha sido lo que se esperaba.
Parte de la razón es el hecho de que el primer gobernador elegido sin mediar partido, el neoleonés Jaime Rodríguez El Bronco, ha mostrado muchos de los vicios de los políticos tradicionales y no ha cumplido con lo que ofreció en campaña.
A pesar de ello, hoy son varios los que han anunciado sus intenciones de ser candidatos presidenciales independientes en 2018. Y aunque falta más de un año para esos comicios, ninguno de ellos ha generado algún tipo de entusiasmo fuera de sus modestos equipos de apoyadores.
Por supuesto, aquí no se trata de negar a cualquiera el derecho de buscar la Presidencia de la República por esa vía –eso es muy su gusto– ni de decir que sólo los partidos políticos pueden postular candidatos que resulten relevantes.
Sin embargo, sí es válido cuestionar hasta dónde pueden llegar en esta carrera antes de que la gente se aburra de ellos, como un día se aburrió de don Nicolás Zúñiga y Miranda, el perpetuo aspirante presidencial de principios del siglo pasado.
Porque no se trata sólo de querer sino de poder. Desde luego, todo es posible en teoría. Pero alguien que lanza su candidatura presidencial ante un puñado de simpatizantes, periodistas y curiosos debe saber, si es honesto consigo, que para llegar a Los Pinos hace falta algo más que las puras ganas.
Tampoco creo que para criticar al “sistema” y buscar que éste cambie haga falta emprender una campaña por la Presidencia.
Y si es por llamar la atención, hay otras formas de lograrlo, incluso más poderosas. Se me ocurren algunas, pero no quiero dar ideas a los ociosos.
Pronto no van a alcanzar los dedos de ambas manos para contar a los espontáneos que han anunciado su candidatura presidencial.
A lo mejor usted está pensando que a mí qué, que si alguien quiere sentirse candidato presidencial independiente e ir en pos de las firmas de adhesión que la ley pide y del dinero público que existe para ese fin, que lo haga y ya.
Tiene algo de razón, pero no completamente. Para chistes, ya hay muchos políticos tradicionales. Yo creo que lo que menos necesita la política en estos momentos son motivos para que los ciudadanos la tomen menos en serio de lo que ya lo hacen.
Si me pregunta a mí, para ser aspirante presidencial sin partido debe haber, primero, un marcado deseo de tal candidatura entre los ciudadanos. Quitemos los nombres de quienes se han lanzado para que nadie se sienta ofendido: yo francamente no veo que exista.
Tampoco noto que alguno de ellos tenga una personalidad o un discurso que arrastre multitudes, como sí existía en el caso de El Bronco.
Es decir, una condición para una candidatura así tendría que ser, para mí, que hubiese un movimiento o un sentimiento popular organizado que la empujara. Y el enojo social que existe en México no alcanza todavía esa categoría ni tiene quién lo encabece, dentro o fuera de los partidos.
Uno no puede estar en contra de que los autoproclamados aspirantes presidenciales quieran perder su tiempo, pero habría que pensar también en el tiempo de los demás.
Buscar la Presidencia debiera ser algo más serio, que no quiere decir solemne ni acartonado.
Qué bueno que existan las candidaturas independientes, pero para que este instrumento pueda servir a los ciudadanos –es decir, para hacer aquello que los partidos no hacen y para marcar una diferencia con la política tradicional– tiene que existir voluntad entre la propia ciudadanía.
De otro modo, el instrumento terminará chotéandose, volviéndose pretexto para las ganas de llamar la atención y, peor aún, para la guasa.
Como el oso Waldo de la exitosa serie británica Black Mirror, una candidatura de caricatura puede hacer un daño aun mayor a la democracia que la de un político tradicional. Información Excelsior.com.mx