Por Pascal Beltrán del Rio
Hace casi medio siglo que Lázaro Cárdenas y Manuel Gómez Morín partieron de este mundo —en 1970 y 1972, respectivamente—, pero los fantasmas de uno y otro siguen rondando la política nacional.
Muertos ambos a la edad de 75 años en la capital del país, el michoacano Cárdenas y el chihuahuense Gómez Morín fueron los dos principales referentes ideológicos en México en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, así como en los años siguientes, en el marco de la consolidación de las instituciones y el desarrollo industrial.
Se dice, con razón, que el PAN se fundó en septiembre de 1939 —a punto de concluir el sexenio cardenista— para oponerse a la política de masas y el giro a la izquierda que dio el nacionalismo revolucionario durante ese gobierno, aspectos que, por cierto, serían matizados por los siguientes dos presidentes, Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán.
Lo extraño es que casi ocho décadas después de que apareciera el PAN en escena y Lázaro Cárdenas se convirtiera en un muy influyente expresidente, estas dos visiones de México sigan permeando y provocando disputas ideológicas entre quienes se consideran herederos de una y otra.
Hace cuatro años, en agosto de 2014, se dio un hecho singular en la Cámara de Diputados. Legisladores perredistas llevaron un busto de Cárdenas, y al pie de la tribuna organizaron una suerte de ceremonia luctuosa, con “flores blancas como las que se usan en los velorios”, para condenar la estocada que la Reforma Energética había propinado al cardenismo.
Días después, en el artículo Cárdenas ha muerto, Germán Martínez Cázares —exlíder nacional del PAN, exsecretario de Estado y actual senador por Morena— escribió lo siguiente:
“Con asombroso tino, los diputados perredistas organizaron en el Palacio Legislativo unas pompas fúnebres por la muerte de Lázaro Cárdenas. ¡Acierto total! Efectivamente, la Reforma Energética ‘lo mató’; y ojalá, su obra, jamás resucite. Aunque sea difícil entenderlo por tantos años de culto público, biografías acríticas y fanatismo político, el general Cárdenas representa muchas de las causas del atraso del país. La Reforma Energética intenta reparar una de ellas. Verdadera hazaña derribarlo de su pedestal mitológico. El logro es del presidente Peña, pero también, y en gran medida, de la oposición socialmente útil del PAN”.
En el artículo, Martínez Cázares lanzó una andanada contra el legado de Cárdenas, acusándolo de haber falsificado la vida pública, al generar confusión entre los conceptos de Estado, revolución, partido y gobierno.
“Esa mezcolanza le permitió el usufructo nacionalista del poder político en México, donde desde la cúspide de la pirámide gobernó el deseo personal de un rey sexenal todopoderoso. ¿División de poderes? ¿Democracia? ¿Estado de derecho? No. Presidencialismo puro y duro”.
Hoy, Germán Martínez se encuentra por decisión propia en el corazón de un equipo, que pronto será gobierno, que no oculta nada su admiración por Lázaro Cárdenas. El enorme retrato del general suele aparecer como parte de la escenografía de los actos que encabeza, en su casa de transición, el presidente electo Andrés Manuel López Obrador.
A partir de diciembre, Martínez Cázares será director general del IMSS de un gobierno en el que Lázaro Cárdenas Batel, nieto del expresidente, será el coordinador de asesores de AMLO.
Pero el cardenismo no sólo aparece en lo anecdótico. Está en el fondo de la discusión sobre la Reforma Energética y qué pasará con su implementación a partir de diciembre.
El equipo que será gobierno ha sido ambivalente al respecto. Desde ese equipo se ha escuchado que los contratos realizados con privados en el contexto de esa reforma están bien y seguirán vigentes, hasta que la reforma no ha dado lo prometido y que Pemex volverá a ser el centro de la industria petrolera.
¿Cuál visión prevalecerá? Ya lo veremos.
¿Y Gómez Morín?, se preguntará usted. Pues también ha estado muy presente en estos días. Su nieto, Manuel Gómez Morín Martínez del Río, es uno de los aspirantes a la jefatura nacional del PAN. Y para no dejar en sus manos el aprovechamiento de ese legado, su principal rival en la contienda del próximo 11 de noviembre, Marko Cortés, montó una guardia de honor en el sepulcro de Gómez Morín, en la Rotonda de las Personas Ilustres, el sábado pasado, en el contexto del 79 aniversario de la fundación del partido.
El hecho me recordó la disputa que se dio en el PRI en torno de la figura de Lázaro Cárdenas en 1988, cuando su hijo, Cuauhtémoc, se lanzó por primera vez en pos de la Presidencia.
A punto de arrancar el próximo sexenio, Cárdenas y Gómez Morín siguen influyendo desde la tumba.Información Excelsior.com.mx