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Cisma en el PAN

Por Pascal Beltrán del Rio

Por una división interna, el Partido Acción Nacional se quedó sin candidato presidencial en 1976.

Esta vez, una división interna dejará al PAN con dos aspirantes a Los Pinos, lo cual, en los hechos, por lo competidos que se prevén los comicios, equivale a quedarse con ninguno.

Por el conocimiento de la política que adquirió en 33 años de militancia en el PAN, Margarita Zavala debe saber que una candidatura independiente es una empinada cuesta arriba.

No contará con la estructura partidista y tiene pocos meses para formar la propia. Incluso obtener el número de firmas requerido para aparecer en la boleta, será una hazaña, pues la ley lo vuelve muy complicado. Y luego está el tema del financiamiento, en el que los partidos con registro se llevarán la tajada del león, al menos mientras no se concrete en los hechos el ofrecimiento de renunciar a los recursos públicos para destinarlos a la reconstrucción por los sismos.

Pero la exprimera dama no tenía de otra. O, mejor dicho, no le dejó de otra el jefe nacional panista, quien tiene toda la intención de ser el candidato del Frente Ciudadano por México o, cuando menos, el del PAN.

Miente con la verdad Anaya cuando dice que Zavala se precipitó en su salida del partido porque los tiempos para decidir la candidatura presidencial del Frente se cumplen “en diciembre”. Es verdad, pero es mentira, porque Anaya bien sabe que esa candidatura la tiene reservada para él mismo.

Para Zavala, quedarse más tiempo en el PAN equivalía al cuento de aquel hombre que va cayendo de un edificio de 30 pisos y que cuando va pasando por el piso 15 se dice a sí mismo que todo va bien. Al final, ella se hubiera quedado sin la candidatura del Frente (o del PAN) y sin posibilidad de registrarse como independiente. Si Anaya realmente hubiese querido garantizar la unidad interna —que el PAN y el Frente necesitaban para ganar, como escribí aquí el viernes pasado—, tenía que haber hecho una de dos cosas: afirmar que él no sería candidato o que, como sí le interesaba la candidatura, renunciaba como jefe nacional para competir en igualdad de circunstancias con los demás panistas.

En ese sentido, el que ha hecho un servicio al PRI o a Andrés Manuel López Obrador —pues aquí hay dos grandes beneficiados momentáneos por la ruptura en el PAN— es Ricardo Anaya. Él es el jefe nacional y en él recae la responsabilidad mayor de la unidad interna.

A él le tocaba ofrecer a Zavala algún tipo de salida para no verse orillada a abandonar las filas del partido. Pudo haber establecido algún mecanismo interno de competencia en el que ninguno de los dos se viese beneficiado de entrada. Pero optó por mantener para él la ventaja y ahora no puede culpar a nadie más de la pérdida de votos que tendrán el PAN y el hipotético Frente.

Digo que el PRI y López Obrador son los ganadores de esta situación porque, desde el principio, a ambos les convenía una elección de dos. Por eso condenaron la formación del Frente.

Ahora el voto de los que no quieran ninguna de esas dos opciones se dividirá entre dos o más candidaturas y al final se dará una lucha real entre el tabasqueño y quien quiera que resulte aspirante del PRI.

La decisión de Anaya de acorralar a Zavala fortalece las posibilidades del secretario de Hacienda, José Antonio Meade, de alcanzar la candidatura del PRI. Él está en una posición inmejorable de llevarse el voto útil de los panistas que consideren indigno o inservible votar por Anaya. Meade trabajó honorablemente en el gobierno de Felipe Calderón y no debe ser mal visto por un sector del PAN pues, además, no es militante del PRI.

El cisma en el PAN es también un sismo en el Frente. No creo que alcance a hacerlo caer, pero sí dejará a sus habitantes con un daño estructural.

El PRD está en la difícil circunstancia de que no tiene de otra más que acompañar en la aventura a Acción Nacional. El terremoto del 19 de septiembre ha dejado sin mucho margen de maniobra a su mejor carta para 2018: el jefe de Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, quien, a diferencia de Anaya, no puede dedicar el 100 por ciento de su tiempo a construir su candidatura.

Así, pues, después de una distracción de casi cinco meses que representó el Frente, el país se encamina a una elección de dos, entre el PRI y Morena, tal como esos partidos querían. Información Excelsior.com.mx

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