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¿Cómo vamos con La Cuesta de Enero?

Por Ángel Verdugo

Se ha vuelto ya un lugar común hablar —durante los primeros días del nuevo año—, de lo que hemos dado en llamar La Cuesta de Enero. Esta vez, no ha faltado el ocurrente que me ha corregido para decirme que La Cuesta de Enero ha dado paso a una nueva, la de enero, febrero, marzo, abril, …, octubre, noviembre y diciembre.

Sea cual fuere la cuesta que enfrentaríamos hoy, ¿cómo nos ha tratado? ¿Igual que en años anteriores, o peor? ¿Qué ha experimentado usted estos primeros días del año, con una inflación anual de poco más del doble de años anteriores? ¿Tenemos claro el panorama para los próximos meses? ¿Aceptamos entonces, sin cuestionamiento alguno, que la economía registrará en pocos meses una reducción sensible de la inflación?

Éstas y muchas otras preguntas similares podríamos plantear las cuales, me atrevería a afirmar, prácticamente todas quedarían sin respuesta. Me aventuraría incluso a afirmar, que año tras año han quedado sin respuesta si es que alguna vez las hubiésemos hecho.

¿Cambiará esto en el corto plazo? Es decir, en los próximos dos o tres años, ¿sería posible esperar de parte de una muy buena parte de nosotros los mexicanos, un enero sin las apreturas económicas que son regla? ¿Quién de nosotros será el afortunado que verá un enero sin colas en las casas de empeño? ¿Algún día, las próximas generaciones verán esa imagen que hoy por hoy es una simple ilusión, o un buen deseo?

Esto que se deja ver en los párrafos anteriores sintetiza, a querer y no, lo que somos y cómo somos. ¿A qué se debe ese desparpajo financiero —por llamarlo de alguna manera—, al que una vez que terminan las fiestas y los regalos, y la Rosca de Reyes y el muñeco que asegura al menos los tamales el 2 de febrero, le sigue la cruda realidad del Feliz y Próspero Año Nuevo.

¿Qué explica esa conducta enfermiza, la cual nos hace andar nerviosos y presionados durante los primeros tres o cuatro meses del nuevo año, cuando menos? ¿Por qué no aprendemos de lo vivido el año que recién terminó para, al menos, intentar siquiera reducir las estrecheces económicas del año nuevo las cuales, una vez que la euforia de las posadas y la cena de la Nochebuena con sus regalos y abrazos no puedan ni siquiera maquillar o disfrazar lo que después de la Noche de Reyes deberemos enfrentar?

Esa conducta tan nuestra, el importamadrismo financiero, presente en todo ámbito de la vida del país, ¿cómo combatirla? ¿Qué hacer con las nuevas generaciones para que entiendan que es obligatorio ahorrar ahora, con miras a sentar las bases de su retiro, de su mejor futuro? ¿Cómo señalar a éste o aquel funcionario que vio en la deuda pública el único instrumento para crecer, cuando millones de mexicanos hacemos eso de manera sistemática y permanentemente?

¿Por qué señalar —en cualquiera de los tres órdenes de gobierno—, al que actúa como lo hacemos decenas de millones de mexicanos? ¿Acaso estamos ante la frase aquella de, Que se haga la Revolución en los bueyes de mi compadre?

¿Le ha tocado a usted por razones diversas, pasar las semanas del fin de año y principio del nuevo, en otro país? De haberlo hecho, las personas a las que conoce y convive con ellas esos días, ¿hacen lo que nosotros en materia de despilfarro, y comprar lo que no se necesita y gastan lo que no tienen?

¿Por qué no pensar un poco, y darnos cuenta de los efectos negativos en nuestra calidad de vida? De hacerlo, ¿por qué no dar el siguiente paso, no gastar lo que no tenemos, y no comprar lo que no necesitamos?

Información Excelsior.com.mx

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