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Con Sansón a las patadas

Por Pascal Beltrán del Rio

Hace una semana se dieron a conocer los acuerdos entre México y Estados Unidos en materia migratoria.

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha sido criticado por haber cedido demasiado fácil y demasiado rápido ante las amenazas de Donald Trump de imponer aranceles a todas las exportaciones mexicanas.

Yo sostengo lo que escribí aquí. La delegación mexicana, encabezada por el canciller Marcelo Ebrard, debía hacer todo lo posible por evitar la imposición de aranceles, pues la fragilidad de la economía mexicana no la hubiera aguantado… o, más bien, no la aguantaría, pues no olvidemos que la amenaza de aranceles no se ha esfumado.

Hay quienes creen que Trump, al ver la firmeza de México, habría abandonado el chantaje. Puede ser, pero es opinable. También pudo pasar que el arancel de arranque, de 5%, se convirtiese en una bola de nieve que arrastrara al país, especialmente si el Presidente estadunidense cumplía su amago de aplicar un castigo creciente. Peor hubiera sido ceder en esas condiciones.

Lo que no es opinable es que el gobierno puso a México en la incómoda posición de la que tomó ventaja Trump. Decisiones económicas que han limitado la inversión y han mandado a la baja la perspectiva de crecimiento y la calidad crediticia del país y sus empresas, así como la promesa de otorgar visas de trabajo a los migrantes centroamericanos, crearon una tormenta perfecta cuyas consecuencias estamos pagando en la forma de incertidumbre.

Hay quien sostiene que a México le faltó buscar respaldo internacional para fortalecerse ante Trump, pero recordemos que éste es un gobierno que ha sido proclive al aislamiento. Se salió del Grupo de Lima; ha recibido en visita oficial a muy pocos mandatarios extranjeros –no se gana mucho en estos casos siendo anfitrión del comisionado de las Grandes Ligas–, y el Presidente ya dijo que no va a ir al G20, en Osaka, donde pudo haber hecho un importante cabildeo.

Sigo pensando que no habría resonado bien en los mercados tener, simultáneamente, malas notas por parte de las calificadoras y un conflicto político-comercial con el vecino del norte. México simplemente no podía darse ese lujo.

Para ponerse con Sansón a las patadas, hay que conseguirse antes unas tijeras.

BUSCAPIÉS

*El poder siempre busca devorar principios. Por eso no se escuchan las viejas consignas antiyanquis frente a los compromisos asumidos con Trump ni se ven jacobinos enojados por la frecuente aparición de líderes religiosos en el entorno presidencial. Hay que tener posiciones muy sólidas o una vasta carrera política para no sentir que se doblan las corvas cuando las sirenas de la ambición se ponen a cantar. Porfirio Muñoz Ledo tiene las dos cosas. Él es el único miembro conspicuo del oficialismo que se ha atrevido a criticar los acuerdos con Washington. Otros, que en sexenios anteriores habrían rezongado hasta por los codos, hoy están bien callados.

*La memoria histórica del país le debe una explicación al ingeniero Teodoro Torres Goldaraz, cuya joven hija Maribel falleció de un cáncer provocado por el consumo de leche contaminada por la nube radiactiva de la explosión de la planta nuclear de Chernóbil en 1986. ¿Quién permitió que esas 45 mil toneladas de leche en polvo llegaran a las mesas de los mexicanos, cuando ya se sabía que el producto, importado de Irlanda, contenía estroncio 90 y celsio 137? Ayer, en entrevista para Imagen Radio, Torres me dijo que sigue esperando que se haga justicia. ¿Dormirán tranquilos los responsables de ese acto criminal?. Información Excelsior.com.mx

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