Por Pascal Beltrán del Rio
La semana pasada, en su carta anual a los accionistas, el CEO de JP Morgan Chase, Jamie Dimon, hizo una serie de advertencias sobre el panorama económico de los meses por venir, como consecuencia de la política del Sistema de la Reserva Federal (Fed) de meter reversa a los programas de estímulo conocidos en inglés como quantitative easing (QE).
Con 35 años acumulados en el mundo financiero –durante los cuales ha sido miembro del consejo del Banco de la Reserva Federal de Nueva York—, Dimonencabeza JP Morgan Chase desde 2005 y lo ha conducido a ser el principal banco de Estados Unidos. Sus puntos de vista no deben tomarse a la ligera.
En la carta sostiene que los efectos futuros del proceso de reducción de la hoja de balance del Fed, que comenzó en septiembre pasado “serán diferentes de lo que la gente espera”.
Dimon dice que dado que los programas de estímulo nunca se han intentado en esta escala –pasaron de 900 mil millones de dólares a un récord de 4.47 billones de dólares entre nueve años, entre septiembre de 2008 y septiembre de 2017— y se desconoce el efecto que ha tenido en el precio de los activos, la confianza, los gastos de capital y otros factores, es imposible predecir los efectos que provocará que el Fed ahora meta reversa.
“Debemos contemplar la posibilidad de que, en un momento dado, la Reserva Federal y otros bancos centrales tengan que tomar una acción más drástica que la que anticipan actualmente”, escribe Dimon.
“Un simple escenario en el que esto podría ocurrir —añade— es si la inflación y los salarios crecen más de lo esperado. Creo que mucha gente subestima la posibilidad de inflación y salarios más altos, lo cual quiere decir que subestiman la posibilidad de que la Reserva Federal tenga que subir las tasas de interés más rápido de lo que todos creemos”.
El CEO de JP Morgan Chase dice que si bien el sistema financiero está más fuerte de lo que estaba al sobrevenir la crisis mundial en 2008 —pues hay más capital y menos apalancamiento, entre otros factores—, los requisitos de liquidez son mucho más rígidos de lo que eran hace una década.
“Los bancos no podrán salir al rescate esta vez… (pues) no podrán echar mano de la liquidez como antes. En otras palabras, si un banco colapsa, ningún banco saludable podrá absorberlo”. De acuerdo con Dimon, las tasas de interés en Estados Unidos se mantienen aún bajas porque el Fed y otras instituciones “todavía están haciendo grandes compras de deuda estadunidense”.
Sin embargo, ese proceso está en una aceleración gradual. Como digo arriba, el Fed adquirió casi 3.5 billones de dólares en bonos del Tesoro estadunidense y bonos hipotecarios.
Pero desde septiembre pasado ha estado deshaciéndose de ellos gradualmente. De septiembre a la fecha, ha tirado por la borda 53 mil millones de dólares. Se espera que para fin de este año, la cifra llegue a 420 mil millones y para fin de 2019 haya alcanzado el billón de dólares.
Al último reporte, el monto de bonos del Tesoro en manos de la Reserva Federal estaba en su nivel más bajo desde 2014. Pronto, el Banco Central Europeo y otros comenzarán a hacer lo propio. Se acabó la época del dinero barato, en que se inyectaron cientos de miles de millones de dólares en la economía para que todos gastaran.
Y aunque los mercados no han actuado aún en pánico —ya van seis meses desde que comenzó este proceso— esto ha sido, según algunos expertos, porque no han creído que el Fed realmente cumpliera lo anunciado o porque piensan que algo lo hará detenerse en su propósito.
A decir de Dimon, este proceso se cruzará con la necesidad que tendrá el gobierno estadunidense de financiar su déficit, por 250 mil millones de dólares por trimestre aproximadamente.
“Así que podríamos encontrarnos en una situación en la que la Fed tendrá que incrementar sus tasas a un ritmo más rápido (…) lo cual podría conducir a mayor incertidumbre y volatilidad en los mercados. Si esto pudiera conducir o no a una recesión, no lo sabemos (…)
“Pero el mayor efecto negativo de la volatilidad es que puede crear un pánico en los mercados, lo cual podría comenzar a una desaceleración de la economía real”, advierte Dimon.
¿Cómo respondería una economía emergente de México ante una situación así? ¿Qué retos adicionales representaría para el país la incertidumbre de la elección presidencial? ¿Qué tipo de política económica y liderazgo requerirían los mexicanos en esa circunstancia?
Son preguntas que no podemos dejar de hacernos y que necesitan respuestas que vayan más allá de los lugares comunes que escuchamos en las campañas.Información Excelsior.com.mx