POr David Páramo
El Presidente de la República está en Estados Unidos para reunirse con Donald Trump con motivo de la entrada en vigor del T-MEC y al Padre del Análisis Superior le resultan francamente ridículos los extremos a los que llegan los radicales chairos y fifís.
Mientras unos lo ven como la visita de Nixon (por cierto, una pésima referencia considerando el fin político de ese presidente de Estados Unidos) a Mao, otros lo ven como un acto de servilismo, en el que será usado en la campaña de Donald Trump y, en realidad, no es ninguna de las dos cosas.
Un presidente debe reunirse con sus homólogos y, en particular, con aquel que México sostiene la más intensa relación comercial. El diálogo y multilateralismo son el camino correcto.
El T-MEC es la revisión de un contrato con una visión de un cuarto de siglo y, sin duda, una de las más grandes victorias del Estado mexicano. Este acuerdo se logró gracias a los trabajos conjuntos de los gobiernos de Enrique Peña Nieto y de Andrés Manuel López Obrador, quienes vieron más allá de sus gestiones.
El mundo no comienza ni termina con un presidente. Es difícil suponer que la presencia de una sola persona podría implicar, determinantemente, las decisiones electorales en un tercer país.
REMATE JOLOPO
La Comisión Nacional de Hidrocarburos dio un dato que puede ser tomado de dos maneras: Pemex está viviendo el peor momento de su historia, gracias a una administración tan incapaz como ideologizada, o Rocío Nahle cumplió la meta de una manera muy exótica: regresar a Pemex a los tiempos populistas de la década de los setenta y principios de los ochenta.
De acuerdo con las proyecciones del organismo autónomo, el promedio de producción de la empresa estatal será de 1.9 millones de barriles diarios durante este sexenio. En tiempos de José López Portillo fue de 1.8 millones de barriles diarios y todavía decía que había que prepararnos para “administrar la abundancia”.
A pesar de la austeridad que ya raya en lo imposible para algunas dependencias del sector público y que las lleva a hacer barbaridades como las que se le han ocurrido a la Secretaría de Economía (ahora van por racionar la luz y el agua), Pemex ha tenido recursos a manos llenas.
Desde la Secretaría de Hacienda se le han hecho inyecciones de capital, cambios en el régimen fiscal, reestructuración de su deuda.
Mientras que en toda la administración pública se vive una gran austeridad, en Pemex siguen como en los mejores tiempos de la paraestatal, curiosamente, durante el sexenio de Vicente Fox.
Podrán salir la Secretaría de Energía y sus macetas, entre las que se cuenta a Octavio Romero, a decir cualquier cantidad de barbaridades e incluso a tratar de denostar a la CNH, pero los hechos duros y tercos demuestran que lo peor de esta administración es la apuesta a favor de Pemex y la CFE.
REMATE ABSURDO
Cuando el Presidente trató de desviar la atención sobre el castigo que aplicó la Secretaría de la Función Pública en contra de Manuel Bartlett junior por vender a sobreprecio ventiladores que no funcionaban, ofendió, primero, a Mexicanos Contra la Corrupción, quienes no sólo denunciaron este caso, sino, el sexenio pasado, la estafa maestra.
Dijo que eran Mexicanos a Favor de la Corrupción y de ahí derivó en contra de Claudio X. González y su padre. Del último dijo que había sido asesor del gobierno de Carlos Salinas de Gortari y unas fantasías muy raras sobre el precio de la gasolina.
Trató de hacer creer que todos los que habían trabajado en aquella administración estaban marcados con la estrella escarlata de la corrupción. Sin entrar, al menos por el momento, en la larguísima lista de otros altos funcionarios que participaron en el gobierno de Salinas, valdría la pena recordar que papá Bartlett fue secretario de Estado.
Si tomáramos por bueno el argumento de que los González se infectaron de la deshonestidad o algo así y es hereditaria, ¿los Bartlett también? Información Excelsior.com.mx