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¿Cuándo dejaremos atrás esa visión pueblerina?

Por Ángel Verdugo

¡Como México no hay dos! México es único; a nuestro país no se le puede juzgar con las herramientas utilizadas para analizar y calificar a otros países; para nosotros, hay que generar una herramienta específica, que tome en cuenta la unicidad que somos y lo más importante, que tome en cuenta La Mexicanidad.

Las estupideces escritas en el primer párrafo son, una apretada muestra de las cosas que nos enseñaron a creer —cual dogma religioso—, desde hace muchos años; de manera sistemática, como parte de una visión que se funda, esencialmente, en verse el ombligo todo el tiempo, el nacionalismo revolucionario es, sin temor a equivocarme, el obstáculo más efectivo que ha impedido que veamos al resto del mundo de manera objetiva.

Esa visión, entre absurda y estúpida, nos impidió analizar y entender de manera objetiva, los procesos de cambio registrados en el resto del mundo a partir de 1945 en casi todos los países. Lo peor no fue eso, sino pretender que esa visión era la correcta, la que nos llevaría al progreso y la modernidad.

Hoy, a pesar de los cambios estructurales en la economía desde hace 30 años, no pocos mexicanos siguen aferrados a las tonterías del primer párrafo. La visión pueblerina, aldeana de lo que construyó Cárdenas y un grupo de ideólogos, persiste en México con una fuerza que todavía sorprende a los más escépticos.

¿Cuándo dejaremos atrás esas ideas trasnochadas de la unicidad mexicana, de la mexicanidad y del como México no hay dos? ¿Cuándo nos atreveremos a ver el mundo sin vergüenza, sin agacharnos? ¿Es posible pensar que algún día veremos a otros países y a otros pueblos de igual a igual?

Por lo que veo en los tiempos que corren, si bien entiendo y acepto que inevitablemente llegará el día en que así veamos al resto del mundo, pienso que faltan todavía muchos años. La renuencia de una muy buena parte de la clase política a dejar atrás el temor de enfrentar al ajeno, y de atrevernos a reconocernos cómo somos y lo que somos, debería ser un tema de las discusiones en las campañas del año próximo.

Sin duda, hay probables candidatos que entienden esta necesidad y aceptan que debemos acelerar el proceso de ver el resto del mundo como un espacio de aprendizaje y oportunidades de conocer experiencias exitosas que podrían sernos de gran utilidad.

No tengo duda que Meade y Anaya, por ejemplo, son de esa visión y comprenden a cabalidad la urgencia y utilidad de dejar atrás esa visión de un pasado caduco y acedo, y ponernos al día en lo que se refiere a hablarle al mundo de tú a tú.

Frente a ellos dos, aparece el adalid del pasado: López. Personaje anquilosado de pensamiento, va por el país con un pesado lastre ideológico que hace las delicias de quienes, como él, temen ver hacia adelante. Son como aquél que ante el temor de los carros que vienen en sentido contrario, rechazan conducir viendo a través del parabrisas, y usan y se apoyan en el espejo retrovisor.

Así como pienso que debemos analizar a uno y otro candidato desde diversas ópticas que nos ayuden a decidir nuestro voto, pienso que deberíamos agregar un factor más a nuestra lista. ¿Qué tal si también los juzgamos, no únicamente en función de la visión que mantienen frente al resto del mundo sino también, si ven y se regodean en el pasado, o su visión es de futuro, y están convencidos de que debemos construirlo?

¿Qué piensa al respecto? ¿Qué piensa del resto del mundo? ¿Le teme y por eso lo rechaza, o lo ve como un espacio de iguales?

Información Excelsior.com.mx

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