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Por Ángel Verdugo
Una de las ocurrencias más peligrosas para la gobernación que vemos en los primeros cinco días posteriores a la victoria de López este 1 de julio, es la relacionada con su seguridad personal, y con el papel que desde la Presidencia del licenciado Miguel Alemán ha desempeñado el Estado Mayor Presidencial (EMP).
A estas alturas, sin duda alguna, usted ya conoce la postura que dice López adoptará a partir de este 1 de diciembre –una vez que tome posesión del cargo de Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos–, cuando hará efectivo su rechazo de la seguridad –entre muchas otras tareas–, que el EMP ofrece a quien funge como Presidente de la República, al margen de su origen partidario.
Afirma López, como complemento de aquel rechazo, que a él lo cuida el pueblo y también, ¡faltaría más!, los fotógrafos, camarógrafos y reporteros que lo siguen cual nube de langostas, que no únicamente ponen en riesgo su vida, sino la del propio virtual Presidente de la República.
Dejemos, por trilladas y haber quedado sin respuesta, las preguntas relacionadas con los viajes internacionales de López en su calidad de Jefe de Estado y de Gobierno, y veamos un aspecto, siempre relacionado con el tema de su seguridad y quién la proporcionaría.
¿Qué sucederá con los dignatarios extranjeros cuando, alguno de ellos, en un acto de audacia o irresponsabilidad política, decidiere visitar México de manera oficial? ¿Con quién se coordinaría el equipo de seguridad del visitante? ¿Quién les proporcionaría la obligada seguridad y resolvería lo relacionado con la logística?
Esta y muchas otras preguntas de índole similar, nadie en el entorno cercano aLópez ha sabido o querido responder porque, ¿temen acaso que los despidan por contradecir a su jefe? ¿Quién sería el interlocutor con el que se entendería, por ejemplo, el Servicio Secreto de Estados Unidos cuando su presidente nos visitare? ¿Acaso los enviaríamos con la Policía Auxiliar o la Bancaria e Industrial?
El tema, lejos de ser baladí, reviste una gran importancia la cual, a querer y no, va más allá de lo que López piense de su seguridad personal, y la de su familia y gabinete. Tiene que ver, aun cuando usted lo dude, con la salud mental de quien no tiene idea clara y objetiva de la responsabilidad adquirida. La responsabilidad de todo gobernante en las condiciones actuales de inestabilidad política y militar donde las nuevas amenazas que hace pocos años nadie en las agencias de inteligencia pudo imaginar, son la regla. Esta situación exige de gobernantes y gobiernos, medidas extremas de seguridad con miras a garantizar la integridad física del gobernante y sus funcionarios porque, así se contribuye a mantener la estabilidad o reducir los riesgos de inestabilidad.
No es este tema –el de la integridad física de un gobernante y sus funcionarios– un asunto menor, ni lo invertido para garantizarla debe verse como un dispendio; sólo los que tienen una mentalidad obtusa de cuentachiles –si les molestare el término, en inglés se dice bean counters–, pueden estar en contra de que los aparatos de seguridad sean desmantelados.
¿Quiere verse López austero? Muy bien; pero habría que hacerlo donde se deba hacerlo, no en áreas donde se trate de servicios fundamentales para garantizar la estabilidad como son los que permiten proteger y salvaguardar la integridad física del gobernante y sus funcionarios.
Cuidado con la demagogia, y querer quedar bien con la galería. Evitemos una tragedia. Información Excelsior.com.mx