Por Yuriria Sierra
Todo en orden mientras no haya freno alguno para enviar un mensaje, por más pernicioso que este sea. Todo bien, mientras entornos como las redes sociales permitan lo mismo hacer una amenaza que lanzar una mentira. Bajo estas dos ideas es que personajes públicos han construido movimientos y hasta gobiernos.
El más representativo de ellos, Donald Trump. Y si bien llegó a la Casa Blanca por la manera en que está constituido el sistema electoral de Estados Unidos, lo cierto es que la construcción de su carrera política está cimentada en su audacia para la provocación, sumada a la facilidad con la que puede compartir noticias falsas y la ligereza con la que puede soltar acusaciones y descalificativos.
Trump ha hecho de las redes sociales su estrado: han salido más notas, decisiones y amenazas de los 240 caracteres que permite Twitter en cada publicación, que de sus encuentros con la prensa. Y no sólo temas de agenda, también memes y burlas a sus opositores que de igual forma robustecen su músculo político.
Las características de las redes sociales le han permitido a Trump, por ejemplo, expresar un promedio de 16 mentiras o frases confusas cada día en Twitter. Unas 18 mil desde que comenzó su mandato como presidente de Estados Unidos, según The Washington Post; cada una de ellas ha sido desmentida en los hechos y en el riguroso registro del diario. Pero Trump no es el único, los más de 340 millones de usuarios activos que Twitter tiene cada mes, tienen la misma oportunidad de enviar un mensaje, y ante los peligros y consecuencias ya vistos, es que las compañías han buscado la manera de construir barreras que no pongan en riesgo la libertad de expresión, pero que sí resuelvan sus grietas.
Y todo esto viene a cuento por la orden que Donald Trump firmó para que la Comisión Federal de Comercio analice si desde su gobierno puede regular a las redes sociales. Una decisión que tendrá difícil su resolución, pero que a todas luces es un movimiento político. Sabe que es un tema fácil que topa con pared, pero es una jugada electoral que le abre un frente con sus seguidores, ésos que salen a manifestarse contra la cuarentena porque lo ven yendo a jugar golf en el puente largo de un día nacional.
Trump busca venganza, sino efectiva en la operación, sí en el escarnio. Convertir a las redes sociales en enemigo, porque osan poner en duda la información que comparte, como lo hacen con cualquier otro usuario. Su amenaza de borrar sus cuentas, se sintió más un alivio que una advertencia, por eso habrá optado por la orden ejecutiva. Aunque finalmente no haya sido firmada para terminar en una regulación, sí lo fue para autoinfligirse una herida que sólo querrá que sea sanada por la vía electoral. La pandemia puso freno a su campaña como estaba planeada, con esos mítines con discursos corrosivos y provocadores, así que ha optado por hacer de las redes su estrado para defender su derecho a seguir mintiendo, y también su verdugo. Información Excelsior.com.mx