Por Víctor Beltri
Termina 2018, el año de la esperanza. El año de la convicción, el año de los ideales. El año de la campaña arrolladora, el año de la mayoría indiscutible, el año del 53 por ciento. El año de los treinta millones de electores. El año del festejo en el Zócalo, de la unción originaria, de los permisos a la Pachamama. De las quinceañeras en Los Pinos, las selfis en los aeropuertos, el jetta –triunfal– llegando a Palacio Nacional. El año, también, de los pequeños desencantos y las grandes incertidumbres.
Pequeños desencantos y grandes incertidumbres. Como los de quienes votaron pensando en que el Ejército regresaría a los cuarteles –como lo prometió el Presidente cuando candidato– y hoy se dan cuenta de que el país entero será militarizado bajo la Guardia Nacional. Pequeños desencantos, como los de quienes esperaban que el precio de los combustibles disminuyera, pero hoy se enteran de que el IEPS no sólo seguirá vigente –contra las promesas de campaña–, sino que incluso se incrementará; o grandes, grandes desencantos, como los de quienes esperaban que el Presidente de la República les mostrara el camino a la reconciliación y la justicia, y que hoy no encuentran sino frases huecas y promesas de impunidad hacia los gringos, hacia los delincuentes, hacia las víctimas –los migrantes– y sus familias. Víctimas a las que vemos a los ojos, todos los días, y a las que les seguimos negando el soporte que esperamos de nuestros pares norteamericanos.
Nuestros pares norteamericanos. Unos pares que, sin embargo, saben que dependen –por completo– de la interdependencia de los mercados del norte con los mercados del sur. Con los mercados que quedan en medio: sin importar a lo que cualquiera se dedique, las cicatrices quedan, la gente permanece, las marcas no se borran. La Cuarta Transformación avanza a través de sus imágenes más emblemáticas: la evidencia marca una realidad completamente distinta. Los parámetros con los que la 4TN ha querido medirse los pone muy claro: no se trata tan sólo de los archivos puestos a disposición por el régimen anterior, cuando la medición alcanzaba los niveles más elevados incluso a nivel regional; no se trataba, tampoco, de destacar unos logros que no podrían ser atribuibles a una sola instancia.
No se trata, tampoco, de contribuir al desarrollo de una instancia que justifique la actuación del cualquier gobierno: se trata, en cambio, de poner una cara que pueda gestionar la interacción de los poderes de facto con los actores clave de cada estrato de la sociedad: a final de cuentas, el conocimiento requerido para integrarse con cada nivel comunitario está directamente relacionado con el grado de integración del sujeto en cuestión.
Comienza –por otro lado– 2019, el año de la desilusión. El año de las promesas incumplidas, el año de las imprudencias inexplicables. El año en el que el puntero en las encuestas da un paso atrás, el año en que quienes se aprestaban a protestar en las calles prefieren administrar un capital político que habían comprometido con antelación y que, en las circunstancias acetuales, depende más de una decisión política que de una negociación entre empresarios. El capital que sabe a Sonora, pero que sólo pertenece a quienes se apropian de una marca. Sonora Grill es la marca de una región entera, de grupos empresariales, de ciudadanos apoyando causas particulares. Sonora podrá desilusionarse, pero siempre apoyará la causa que le permite seguir en un lugar privilegiado. Sonora evoluciona, Sonora crece. Sonora se hace más grande. Todo evoluciona, todo crece. Vivimos en un lugar privilegiado. Buenas noches. Información Excelsior.com.mx