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Deshojar la margarita

Por Francisco Zea

Entrevisté minutos antes de escribir estas líneas a Margarita Zavala, la encuentro fuerte, segura y bien entrenada para lo que viene. No le gusta el papel de víctima, lo que me parece es una reivindicación para todas las mujeres de este país, quienes pueden participar en política y hacerle frente a quien se interponga en el camino. Renuncia al PAN después de 33 años de militancia, un partido que consideraba suyo, pero que hoy, es de otros.

Lo dije la semana pasada y lo sostengo, me cuesta mucho trabajo creerle a los políticos que sus intereses no son personales, que su interés es México aunque lo digan hasta el cansancio, aunque se posesionen de su papel de forma convincente, los antecedentes favorecen mi presunción. Le cuestioné si era momento de ser disciplinada con el partido que había dado puestos a su familia y llevado a su esposo a la Presidencia, su respuesta fue que, precisamente, por su democracia interna había entrado al PAN, no para disciplinarse, sino para tener una puerta abierta a las candidaturas que la gente le otorgara. Hoy no decide la gente, no hay que convencerlos, sólo hay que convencer a una sola persona.

Resalta que su salida del PAN es seria y definitiva, pero no se cierra la puerta por medio del diálogo. Creo que su diálogo, siempre será y ha sido monologó, pues su expartido ya entregó la candidatura y en algunos casos la dignidad. No la veo como una peleonera de cantina que canta un pleito para luego sentarse en la mesa de los agresores, pero la candidatura amerita eso y otras conductas difíciles de explicar entre políticos.

De José Antonio Meade, dice que no lo apoyaría, pues es parte del PRI de los socavones, aunque haya sido en el periodo presidencial de su marido secretario de Hacienda y Energía. Lo cual me parece un poco injusto con alguien que puede representar a un funcionario público de carrera sin colores partidistas, aunque hoy esté escuchando el canto de las sirenas priistas que lo hechizan con la posibilidad de ser el “jefe de la banda”. A Andrés Manuel
López Obrador lo acusa de misógino, de grosero y ser parte del pasado, le recuerda que se llama Margarita Zavala y que México no necesita regresar al pasado. Cierra cualquier posibilidad de alianza.

Margarita en su paso por la Libre de Derecho cosechó mucho más admiración de los maestros y compañeros que Felipe Calderón, aunque hayan estudiado en distintas generaciones, compartieron maestros y comunidad estudiantil. Me parece, sin duda, brillante, supera a su marido, por lo cual no resulta injusta su aspiración y mucho menos que la tuviera aún antes que Calderón llegara a ser presidente, lo acepta apenas, se separa también y con justa razón de Marta Sahagún, no es lo mismo.

La situación en el PAN me parece compleja y las posiciones irreconciliables, con diálogo o sin él. El partido me parece se puede romper fácilmente y si las cosas se enderezan, ya exhibieron sus miserias. Qué razón tenía Castillo Peraza cuando advertía que el PAN se podía perder ganando el poder. Sólo erró en que se está perdiendo, tratando de recuperarlo.

No pide sacrificios personales en pos de su lucha, no urge a los “traidores” como han sido denominados en el PAN el grupo de senadores rebeldes que se salgan con ella, dice que es una decisión personal, pero platicando con algunos de ellos como Roberto Gil o Ernesto Cordero, me dicen que están con ella, no hablan de los alcances.

Al final, lo que es claro para ella es lo que le dije hace dos años, que ella estaría en la boleta, hoy agregaríamos sin importar su condición independiente y preguntaríamos si por cualquier partido. El universo de posibilidades se abre, sin duda, al interior de un partido en el que, efectivamente secuestrado, no tenía margen de maniobra. Pero, ahora, llega el momento del diálogo, de la política y de las alianzas, digamos que es el momento de tomar definiciones y determinaciones, es decir, hay que deshojar la margarita. Me quiere o no me quiere.

Reitero mi postura: la política se ha alejado de los intereses de la gente aunque muchas posturas y acciones puedan encontrar explicación en el legítimo derecho político de los actores, pero no me explico cómo se puede trasladar su actuar público a un sincero amor por México. No lo he visto hasta el momento. No lo digo por Margarita en particular, sino por la clase política en general. Información Excelsior.com.mx

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