Por Pascal Beltrán del Rio
La semana pasada, dos de las tres grandes calificadoras, Moody’s y Fitch, dieron una muestra de lo que puede esperarle al próximo gobierno si no ajusta sus planes a la realidad económica global.
Se podrá opinar lo que se quiera sobre ésta —como dicen, la opinión es como la nariz, pues todo mundo tiene una—, pero resulta fútil desear que fuese distinta y es mentirse a sí mismo creer que México puede mantenerse aislado de ella.
El jueves 18, la agencia Moody’s Investor Service advirtió que el plan del nuevo gobierno de México para eliminar las exportaciones de petróleo y dar paso a un modelo centrado en la refinación generaría riesgos cambiarios y de flujo de efectivo, pues pondría en riesgo la calidad de crédito de la empresa productiva del Estado y del país.
Un día después, Fitch Ratings modificó de estable a negativa la perspectiva de calificación de Petróleos Mexicanos ante la creciente incertidumbre sobre su estrategia comercial.
“Futuros cambios potenciales en la estrategia comercial de Pemex podrían acelerar el debilitamiento de la estructura de capital de la compañía”, dijo la agencia.
Ya desde hace semanas los mercados habían enviado señales al nuevo gobierno de que no les gustaban los anuncios que se venían haciendo sobre Pemex.
A finales de julio, el diario londinense Financial Times publicó que diversos analistas advertían que su política energética de orientación nacionalista puede poner una presión insostenible sobre la compañía petrolera más endeudada del mundo (más de dos billones de pesos, monto del cual, 87% está contratado en dólares).
En particular, apuntaba el FT, los planes para una refinería de 160 mil millones de pesos mexicanos (8.6 mil millones de dólares) que se construirá en Tabasco. Dicha inversión, precisó, equivale al tamaño de la pérdida de Pemex en el segundo trimestre del año.
Los analistas consultados por el diario temían que la construcción de dicha refinería, así como los planes de inyectar liquidez en Pemex podrían convertirse en una bola de nieve financiera.
También les preocupaban los anuncios hechos por el presidente electo Andrés Manuel López Obrador y miembros de su equipo en el sentido de que podrían frenarse
o posponerse las licitaciones de exploración y explotación de petróleo creadas por la Reforma Energética pues, dijeron, la empresa necesita alianzas para aumentar su producción, ya que no tiene ni el capital ni la experiencia que se requiere para trabajar en campos complejos, como son los de aguas profundas.
Pero, más allá de opiniones, por esas mismas fechas, finales de julio, los mercados de deuda de capital propinaron a Pemex un duro golpe al subir medio punto porcentual el retorno sobre su bono a diez años, lo que de inmediato le encareció el crédito.
¿La razón? El nombramiento de Octavio Oropeza como próximo director de Petróleos Mexicanos, un ingeniero agrónomo sin experiencia en el sector de los hidrocarburos.
Este conjunto de hechos ha sido una probada para el próximo gobierno de lo que puede venir si continúa planeando sus gastos sin reparar en el entorno global, plagado de incertidumbre.
Las reacciones de los mercados podrán parecer exóticos a los miembros del equipo de transición —como a Rocío Nahle, la próxima secretaria de Energía, que se manifestó extrañada por los anuncios de Moody’s y Fitch— pero sus efectos son muy reales, cosa que pueden atestiguar Turquía, India, Argentina y otros países emergentes.
Incluso, el nuevo gobierno populista de Italia ha visto subir la tasa de interés sobre su bono a 10 años, que el viernes pasado alcanzó un récord reciente de 3.78%, luego de que la Unión Europea rechazó su proyecto de presupuesto por salirse del rango de déficit aceptable para la región.
De continuar este tipo de avisos por parte del próximo gobierno, no deben descartarse nuevas muestras de impaciencia de los mercados.
Los próximos podrían venir con motivo de la decisión sobre el nuevo aeropuerto, que, de acuerdo con López Obrador, será reflejo del resultado de la consulta que comienza el próximo jueves y termina el domingo, así como la presentación del Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación para 2019, sobre el cual decidirá en diciembre la Cámara de Diputados, donde Morena tiene mayoría y para ello no necesita negociar con otro partido.
Quizá no haya en el Congreso de la Union una oposición numéricamente relevante, pero el próximo gobierno tendrá que tomar en cuenta la opinión de los mercados o pagar el precio de no hacerlo. Información Excelsior.com.mx