Por Yuriria Sierra
“Este asunto tiene mucha difusión porque la prensa conservadora, los medios de comunicación, lo magnifican para perjudicarnos. Hay mucho encono, coraje en contra de Rosario Piedra, sobre todo de los grupos conservadores (…) Hay una demanda justa de que se atienda, una necesidad, pero ya se convirtió en un asunto, vamos a decir, político…”, sentenció el presidente López Obrador.
Indigna la causa que ha llevado a mujeres a tomar las oficinas de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos; pero enoja la respuesta en Palacio Nacional porque nos reafirma que no se ha entendido nada. Si a López Obrador le disgustó la intervención de la pintura de Francisco I. Madero, habrá que recordarle que detrás de cada trazo está la historia de una familia que exige que, a través del acceso a la justicia, se le regrese un poco de la tranquilidad perdida.
Está Erika Martínez, madre de una pequeña que en 2017, a los siete años, fue abusada sexualmente. El agresor era hermano de quien ahora es su expareja y está prófugo.
También ahí, detrás de ese cuadro, aunque en realidad al frente, en la protesta, está Yesenia Zamudio, madre de una joven de 19 años, Marichuy, quien fue asesinada por un profesor y uno de sus compañeros en el IPN, quienes la arrojaron de un quinto piso cuando intentaron abusar de ella en 2016. Ninguno de los responsables está detenido. Cuatro años buscando justicia y quienes le prometieron respuesta hoy le dan la espalda y, peor aún, minimizan su causa, ya no sólo ponderando una pintura por encima de ésta, sino también descalificando como una treta de la oposición. El mismo cuento de siempre cuando las cosas salen mal y no hay en la víspera una respuesta.
¿En qué espejo se ve el Presidente? ¿Por cuál ventana observa la realidad del país?
Lo que sucede en la CNDH no es el único asunto bajo esta estrategia. Ahí está el manejo de la pandemia. Buenos resultados, dice, porque el sistema de Salud no colapsó. Celebra que haya camas disponibles, pero se le olvida que el nuestro es un país que ha perdido a más de 68 mil ciudadanos, con nombre y apellido, en seis meses a causa de la covid-19. Somos el cuarto lugar mundial. Omite que hace unos días se reportó que se acabaron las actas de defunción. Si anualmente se producían 900 mil, para iniciar el noveno mes del 2020 ya no había, según denunciaron funerarias en el Estado de México.
El Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades, así como la revista especializada Nature, estiman que la cifra negra de mexicanos muertos por la pandemia alcanzaría los 190 mil, tres veces de lo que se reporta todas las noches en Palacio Nacional. Pero señalar esto, para Andrés Manuel López Obrador resulta un agravio.
No dudemos que acusar de conservadores, sea la respuesta para quienes desde anoche cuestionan el Presupuesto 2021 que se entregó en el Congreso, a quienes pidan explicación del camino que nos asegure un crecimiento económico de 4.6 por ciento, como en él proyectan. Qué nivel de soberbia para la expectativa. Tal vez por eso resulta más fácil escudarse en un cuadro para así capitalizar la frustración. Información Excelsior.com.mx