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Doble indignación

Por Yuriria Sierra

Indignación doble. La primera, por la narrativa nacional, ésa que no ha tenido días, meses, años, sexenios, hablando de lo mismo: violencia de género. Una o diez mujeres asesinadas al día por su condición de mujer nos causa el mismo terror, aunque esta última cifra nos congela, porque es sinónimo de la descomposición de una dinámica social que no ha encontrado salida para sus vicios en materia de inequidad entre sus participantes. La otra, la otra nace de la desolación. Tanto tiempo hablando de esto, periodo en que hemos visto gobiernos de todos los colores, por ello esperaríamos que, al paso de cada uno, la visión con la que se combatiría esta emergencia —porque eso es— sería, además de mucho más efectiva, menos empática. Pero esas administraciones resultaron tan parecidas unas de otras, al menos en este aspecto: su combate a la violencia contra la mujer.

Ahora no sólo nos indignan los feminicidios; ahora también la indolencia. Más aún cuando viene de una administración que desde el inicio se ostentó como aliada de la causa feminista. Cuando entusiasmó con un gabinete paritario. Cuando integró a mujeres de primera en su equipo. Cuando en el Legislativo también se preocuparon por la equidad. Sin embargo, tras lo vivido en los últimos meses, cuando la conversación se monopolizó por el terror, cuando hablamos de Fátima, Ingrid o Abril, como casos —que no únicos— que retratan la terrible coyuntura; cuando eso sucedió, topamos con pared. O, mejor dicho, con la puerta de Palacio Nacional.

“¿Su gobierno cuándo presentaría un plan puntual para atender el tema de feminicidios como tal, que se les atienda como tal? Un plan que no sea sólo un decálogo, sino que vaya puntualmente a ese tipo de delitos…”, fue la pregunta expresa de una compañera reportera al presidente López Obrador en la conferencia de este martes.

“Es que estamos atendiendo las causas. Y nosotros pensamos que, en la medida que tengamos una sociedad más justa, más igualitaria, fraterna, con valores, en donde el individualismo no sea lo que prevalezca, sino el amor al prójimo, el que haya mucho cariño, que no haya odios, así vamos a ir enfrentando todos los desafíos, todos los retos…”, respondió el Presidente.

Hace un par de días, Patricia Mercado expresaba en Twitter que ya era momento para que Palacio Nacional abriera sus puertas a las expertas feministas que hay en el propio gobierno, a las activistas y manifestantes que saben que ésta no es una emergencia que desaparece de un día para otro, pero que están dispuestas a aportar en la configuración de una ruta clara que no sólo vaya por la erradicación de la violencia de género, sino que también sepa acompañar a las víctimas o a sus familiares. Porque las fallas en esto también son parte de esa otra indignación que deja a una sociedad desolada. Horas después de esto, sobre las puertas del recinto, el Presidente no anunció su apertura, sólo hizo la petición a las mujeres manifestantes de que no la volvieran a rayar.

Con mujeres y funcionarias de primera como Olga Sánchez Cordero, en la Segob; Nadine Gasman, en Inmujeres; Mónica Maccise, en el Conapred; Malú Micher, en el Senado; Tatiana Clouthier, en Diputados, ¿qué espera el Presidente para sentarse y escuchar?, ¿qué espera para mostrarse empático con una realidad que no se resolverá con buenos deseos ni decálogos improvisados? ¿Cuándo anunciará uno de verdad, en el que se hable de un trabajo conjunto con colectivos que han dedicado su vida a estos temas? La falta de empatía desde Palacio Nacional es la primera muestra del problema sistémico que nos tiene hablando de diez feminicidios diarios.Información Excelsior.com.mx

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