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Ejemplo potosino

Por: Pascal Beltrán del Rio

Los graves problemas que enfrenta México han generado dos tipos de ciudadanos.

Los que se quejan en las redes sociales y los que actúan frente a los problemas.

Los que esperan que llegue un Presidente a solucionarles la vida y los que saben que el único cambio posible es el que pasa por la acción coordinada de la sociedad civil.

Los que lo ven todo negro y los que saben que nuestros problemas tienen solución.

Los que aprovechan cualquier dato para desprestigiar al país, por equivocado que sea —como aquel de que México es más violento que Irak y Afganistán— y los que apuestan por la información sólida para tener un diagnóstico certero de lo que realmente enfrentamos.

Los que insisten en repetir modelos de desarrollo fallidos y los que señalan las rutas alternas que ya se aplican en diferentes partes del país.

Recientemente, hemos tenido en México ejemplos de una cosa y de otra.

Mientras en algunos estados la corrupción acaba siendo un mal que la población local asimila como una característica innata de la clase política, hay lugares, como San Luis Potosí, donde los ciudadanos no se resignan a vivir en su compañía y exigen que quienes se han beneficiado de ella dejen el servicio público.

No puedo decir que me sorprenda la actual resistencia de los potosinos ante la corrupción que ha sido evidenciada en el Congreso local y que toca no sólo a legisladores de casi todos los partidos, sino también a muchas administraciones municipales.

No me sorprende porque San Luis Potosí tiene una larga tradición de organización cívica, como también la tienen Yucatán y otras entidades del país, desgraciadamente las menos.

La sociedad potosina organizada permitió la primera elección de un candidato independiente como alcalde de una ciudad capital, la del doctor Salvador Nava Martínez, en 1958.

Cuando Nava decidió pedir licencia a la presidencia municipal y buscar la postulación del PRI a la gubernatura del estado, el entonces jefe nacional del partido, el hidalguense Alfonso Corona del Rosal, quiso hacerlo desistir mediante un pago.

“Disculpe, general —dicen que repuso Nava—, pero no hay suficiente dinero para que usted me compre a mí o al pueblo potosino”.

La candidatura de Nava a gobernador, en 1961, terminó en represión, pero el doctor volvería a la actividad organizativa dos décadas después, fundando el Frente Cívico Potosino, organización que lo llevaría a ser nuevamente alcalde y candidato a gobernador.

El espíritu indómito de Nava aún impera en la sociedad de San Luis Potosí, a un cuarto de siglo de su fallecimiento. Pese a que ésta ha aprendido, de la peor manera, que la mera alternancia política no significa el desarraigo de la corrupción, ha tenido la capacidad de sobreponerse a la estafa.

Revelada la práctica de algunos legisladores locales, que han cobrado un diezmo por limpiar de irregularidades la cuenta pública de varios municipios, los ciudadanos reaccionaron formando un frente contra la corrupción, que exige una limpia en la AuditorÍa Superior del Estado —cuyo titular, José de Jesús Martínez Loredo presentó su renuncia el jueves 15 de junio—, así como la rendición de cuentas por parte de quienes han formado parte del organismo.

El caso de los diezmos en San Luis Potosí revela la ineficacia de los organismos creados para combatir la corrupción en los estados, pues muchos de éstos, como el de San Luis Potosí, han sido cooptados por la clase política, e incluso han servido para dar chamba a servidores públicos desempleados que no tienen la menor intención de controlar el ejercicio del gasto.

Lejos de arredrarse ante los obstáculos que han ido encontrando para revelar la trama de corrupción en la Auditoría estatal —como la inacción de la Procuraduría estatal ante las denuncias—, los ciudadanos potosinos organizados han seguido adelante en su demanda de llegar al fondo.

La semana pasada, por ejemplo, impidieron la instalación del Congreso en una sesión especial que tendría lugar en Ciudad Valles, la principal ciudad de la Huasteca, y reclamaron de frente a los legisladores su indolencia ante la exigencia de castigo.

Ese es el tipo de ciudadanos que necesita hoy el país, no los que hacen del espíritu quejumbroso su divisa, sino los que actúan y toman las riendas del destino colectivo. Información Excelsior.com.mx

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