Por Pascal Beltrán del Río
En el cine de oro casi siempre la mujer era representada como un territorio de conquista, sometida a la voluntad de su marido, su padre o algún otro hombre.
Aquellas películas —reflejo de la sociedad de entonces— estaban plagadas de estereotipos, como el del charro valiente y la mujer abnegada.
Una manera de mirar el movimiento político que conquistó la Presidencia de la República en 2018 es como una de esas tramas filmadas en blanco y negro: el padre sobreprotector, querendón e impositivo, que siempre tiene la razón y cuya voluntad no debe ser cuestionada porque vela por el bien de la familia, en la que la mujer cumple un papel secundario.
No lo digo yo: el propio presidente Andrés Manuel López Obrador ha hablado innumerables veces de recuperar los valores de nuestro pasado como país. De ahí sus constantes referencias a las bondades del Desarrollo Estabilizador, el sistema económico de la época del cine de oro.
Más que con la autoproclamada transformación, este movimiento político juega con la idea del retorno a los tiempos supuestamente buenos.
Pero es imposible hacer que el pasado vuelva. Y mientras el mandatario se aferra a esa idea, la sociedad mexicana sigue en una ruta de transformación —ésa sí—, en la que los nuevos colectivos tienen miles de cabezas y se mueven por valores compartidos. La pregunta es si la convocatoria de las mujeres a no moverse el 9 de marzo —en protesta por la violencia de género— logrará penetrar los muros del castillo de la pureza del oficialismo.
Frente a ella, López Obrador ha fijado su posición sobradamente. Ese colectivo —ha descrito— está compuesto de dos tipos de mujeres: las que aceptan la manipulación de la “derecha” y las ingenuas que no alcanzan a verla. El viernes, en La Paz, lo comparó con las triquiñuelas que derribaron de su cargo a los presidentes Salvador Allende y Francisco I. Madero.
La trama de esta película está en un momento de tensión dramática: ¿Qué harán las mujeres del oficialismo? ¿Se comprarán la versión del patriarca de que el #9demarzo es parte de una intentona de golpe de Estado o se sumarán al paro con millones de mujeres que reclaman seguridad en las calles?
Por ejemplo, ¿cuál versión de Claudia Sheinbaum veremos ese día, la que habla de “no caer en la provocación” o la que se solidariza con el grito de hartazgo que han lanzado las mujeres? No hay medias tintas, y queda claro que la decisión que tome la jefa de Gobierno en los próximos días marcará su futuro político.
¿Qué hará Olga Sánchez Cordero? ¿Será congruente con su mensaje de la semana pasada cuando dijo que el gobierno había llegado tarde para brindar protección a las mujeres y que, de ahora en adelante, se empeñaría en tener un diálogo con los grupos feministas y escuchar sus propuestas? ¿Qué harán otras mujeres del gabinete legal y ampliado y otras protagonistas del oficialismo?
¿Dónde veremos el 9 de marzo a Luisa María Alcalde, María Luisa Albores, Rocío Nahle, Graciela Márquez, Raquel Buenrostro, Luz María de la Mora, Rosario Piedra, Mónica Fernández y Yeidckol Polevnsky, por mencionar sólo a algunas?
Por Irma Eréndira Sandoval no pregunto porque, según leo en su cuenta de Twitter, ella anda promoviendo un “paro de hombres” y llamando a que las mujeres no se queden en casa “tentadas a lavar platos y a arreglar ropa”.
Pero las demás tendrán que decidir si quieren un México en blanco y negro o un México de colores.
BUSCAPIÉS
Los hombres de este periódico tenemos un enorme reto por delante. Sacar la edición del martes 10 de marzo sin las mujeres, que han decidido no acudir a la redacción el día anterior, cosa que, por supuesto, nosotros respetamos y apoyamos. No lo niego: va a estar duro, porque ellas juegan un papel fundamental en todas las etapas del trabajo periodístico. Pero confío en que sacaremos una edición digna de este momento histórico. Eso sí, compañeras, su ausencia se notará, se hará sentir y eso será bueno para todas y todos.Información Excelsior.com.mx