Por Yuriria Sierra
La consulta va. Y va con la pregunta que sugirió el Presidente. Qué día tan extraño para un país que se dice democrático, donde las discusiones que deberían ir en múltiples direcciones para, a partir de ahí, crear consensos y dar sentido a decisiones.
Qué día tan extraño porque todo salió tal como lo dictó la voluntad de una persona. Y no sólo en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sino también en el Congreso de la Unión. Qué buen día para el Presidente.
Que seis de once ministros rechazaran el proyecto que declaraba inconstitucional la propuesta de consulta de Andrés Manuel López Obrador, para considerar el juicio a expresidentes, es una abolladura directa al Poder Judicial. Más aún cuando en las conferencias mañaneras se escuchó a López Obrador recordar lo importante que era escuchar al pueblo.
Lo hizo incluso por la mañana, horas antes de que iniciara la discusión del proyecto del ministro Luis María Aguilar.
“Lo que no podemos hacer es cerrar las puertas a la opinión ciudadana por temor a un escenario catastrófico de populismo penal. Los riesgos no se solucionan clausurando los debates, la libertad de expresión y la participación ciudadana (…) Si queremos que la democracia deliberativa funcione, debemos confiar en la ciudadanía y en nuestras instituciones representativas…”, explicó el ministro presidente Arturo Zaldívar para emitir su voto.
Y sí, tiene razón, pero también la tienen quienes argumentan desde el lado más de a pie que la justicia no tendría que ser sujeta a voluntad.
¿Qué mensaje da un Estado dispuesto a ir sólo tras quienes considere necesario? ¿En dónde queda el sistema de justicia y los órganos de transparencia que investigan sólo por petición? Más aún si tomamos en cuenta a las personas a quienes va dirigida esta consulta. La Corte decidió, pero el Ejecutivo qué necesidad tenía, más cuando una y otra vez alertaba que si el fallo no le era favorable, enviaría una reforma constitucional.
Y sí, aún falta la discusión de la propuesta en el Congreso de la Unión, pero llega a un Legislativo que también le palomeó su iniciativa de extinción de 109 fideicomisos, cuya desaparición implica que regresen a la Federación más de 68 mil millones de pesos, bajo el pretexto de la corrupción. Y por los aviadores en los beneficiarios de esos programas que señaló López Obrador, es que la inversión en la ciencia, en el deporte y las artes quedará en el olvido, porque nos dicen que los recursos llegarán por otras vías, pero, entonces, ¿cuál es el ahorro? ¿De dónde saldrá ese presupuesto si el que les correspondía se va para el combate a una pandemia ya domada y a sector salud que no colapsó?
El miércoles por la mañana anunciaron en Palacio Nacional que el próximo será un año de fiesta. ¡700 años de la fundación de México-Tenochtitlán! ¡500 de la invasión de Europa! ¡200 de la culminación de la Independencia! Ya hay programa y todo. En un país con tantos pendientes, el Presidente sí tiene mucho qué celebrar, aunque el resto del pueblo, ese pueblo al que tanto apela, se deba conformar con la imagen de la sonrisa de un mandatario que, ayer jueves, tuvo un gran día. Información Excelsior.com.mx