Por: Pascal Beltrán del Rio
WASHINGTON.– Cuando empiece a circular esta edición, Donald Trump estará a punto de convertirse en el Presidente número 45 de Estados Unidos.
En la escalera poniente del Capitolio, como ocurre cada cuatro años desde 1981, el nuevo mandatario será juramentado, con lo que una tradición de la democracia volverá a confirmarse: la transmisión pacífica del poder.
Será la ocasión 58 que esto ocurra desde la fundación del país. A veces ha sido como reelección del Presidente en turno, pero otras, como la transferencia de responsabilidades entre hombres de partidos políticos distintos.
La toma de posesión –inauguration, en inglés– ha sido ocasión para grandes pronunciamientos.
En 1917, Woodrow Wilson la usó para anunciar el fin de la neutralidad de Estados Unidos y su entrada en la Primera Guerra Mundial.
En 1933, Franklin Delano Roosevelt les dijo a sus ciudadanos que, ante los efectos de la Gran Depresión, sólo tuvieran miedo al miedo mismo.
En 1961, John F. Kennedy pidió a los estadunidenses no preguntar qué podía su país hacer por ellos sino viceversa.
Las investiduras presidenciales –que se realizan en el mes de enero desde 1937– han servido para curar las heridas de las contiendas electorales. Es tradicional que el nuevo Presidente envíe un mensaje de unidad y buena voluntad… aunque al día siguiente se reinicie la política guiada por prioridades ideológicas.
Hoy sabremos si la polarización que ha vivido Estados Unidos por los últimos 18 meses termina con la mano extendida de Donald Trump.
Hay razones para dudarlo, claro. Durante los 72 días de la transición, luego de su sorpresiva victoria electoral, Trump no ha dudado en seguir la pelea con los adversarios que fue recogiendo durante la campaña e incluso con algunos nuevos.
Algunos piden dar el beneficio de la duda al magnate neoyorquino en el sentido de que su propósito es cambiar las reglas de la política en Washington, pero ayer se podía sentir en la capital estadunidense el desgano que produjo la elección. El festejo y la protesta casi no existieron.
Luego de 511 días de proselitismo, los votantes estadunidenses tuvieron que decidir entre dos candidatos altamente impopulares, que reflejaban mal los cambios demográficos del país.
El resultado no podía ser distinto: Donald Trump no es sólo el hombre más viejo en llegar a la Casa Blanca sino también el menos querido en el momento de tomar posesión. De acuerdo con las encuestas, sólo 40% del electorado lo apoya.
Ese último hecho complicará para Trump una tarea que de por sí no es sencilla: lograr que los legisladores lo acompañen en su plan de gobierno.
Pese a que su partido tiene mayoría en ambas Cámaras del Congreso, el nuevo Presidente tiene una mala relación con los líderes congresionales. Y no sólo eso: una veintena de diputados republicanos no se siente obligada a respaldarlo porque él ni siquiera pudo ganar en los distritos que los eligieron a ellos.
Históricamente, el Congreso estadunidense ha colaborado más con los presidentes populares que con los impopulares. Pronto sabremos si el estilo de Trump, de poner contra la pared a sus interlocutores, funciona bien en el Capitolio.
Junto con la dificultad de unir al país, Trump deberá convencer a sus gobernados que el paradigma de las relaciones internacionales ha cambiado.
Pocos estadunidenses consideran una buena idea el acercamiento con la Rusia de Vladimir Putin y apenas uno de cada cinco cree que la construcción de un muro en la frontera con México debe ser una prioridad de su gobierno.
¿Qué les importa más a los ciudadanos de Estados Unidos en este arranque de gobierno?
De acuerdo con una encuesta de The Wall Street Journal, evitar que los empleos se vayan a otro país y el financiamiento de obras de infraestructura.
La primera prioridad ha estado en la agenda de Trump, aunque su cuenta de empleos “recuperados” –mediante su dura forma de negociar con empresas que producen en el extranjero– no pasa de algunos centenares, no los millones que se requieren.
Y uno tiene que preguntarse cómo piensa cumplir con su promesa de lanzar un gran plan de infraestructura si ha dicho, simultáneamente, que bajará los impuestos, reduciendo los ingresos fiscales.
Son algunas de las incógnitas que comenzarán a despejarse a partir de que Trump ponga pie en la Casa Blanca a partir de esta tarde. Información Excelsior.com.mx