Yuriria Sierra
La agenda política nacional cambió. Donald Trump y su discurso de odio obligaron a los tomadores de decisiones en nuestro país a hacer un ejercicio de sensatez para voltear a ver a un México que desde hace muchos años había estado en las sombras. Los migrantes y su realidad hoy ocupan el primer lugar de pendientes de los personajes públicos, al menos cuando están frente a los micrófonos y al momento de tomarse la fotografía. Ya fue Andrés Manuel López Obrador a verlos a Los Ángeles, en la primera de varias visitas que les prometió. Ya fue Enrique Ochoa a Nueva York. Ricardo Anaya ya estuvo en Texas y hace un par de días se reunió con Angela Merkel, la canciller alemana, para hablar sobre las políticas de Trump. Alejandra Barrales ya anunció también un encuentro con migrantes. Ya se anunciaron medidas de apoyo consular y se destinaron recursos para ello en la Secretaría de Relaciones Exteriores. Enrique Peña Nieto ya fue al aeropuerto a recibir a uno de varios grupos de migrantes que llegan de regreso a México. Ya se hizo un torpe ejercicio de marcha contra el Presidente de Estados Unidos, que sólo evidenció que no somos capaces de tomarnos de la mano ante una emergencia como la que se está viviendo. Ya algunas universidades están prometiendo becas y apoyos para recibir a los estudiantes que deberán revalidar sus estudios. Ya los estamos viendo, al fin, a los millones de migrantes que alguna vez pisaron esta tierra en la que nacieron y de la que tuvieron que irse porque todos aquellos de los que hablé anteriormente, y a través de los varios personajes que han estado en su lugar, no fueron capaces de otorgarles esas oportunidades que fueron a buscar a Estados Unidos. Hoy parece que hasta se pusieron de acuerdo. Todos puestísimos para ayudarlos. Hasta vemos a gobernadores criticando a Trump, mientras, con lo alto del volumen de su voz, intentan ocultar la realidad de los estados que gobiernan.
Es valiosísimo y necesario que nuestra clase política no suelte esta agenda, sí. Llegan tarde, también. Pero ya que están aquí, sigan la marcha al paso de las necesidades de los millones de mexicanos, migrantes o no. Porque la realidad de los migrantes nos ha puesto frente al espejo en el que no habíamos querido o sabido mirarnos: el nivel educativo en nuestro país está registrado como uno de los peores, según los resultados que se generaron en la última prueba PISA que realiza la OCDE; el índice de pobreza bajó, dice la Sedesol, que hay menos pobres, aunque al inicio de este año todavía era cerca de 40% el índice de población al que no le alcanza lo que gana para comprar lo mínimo de la canasta básica, según datos del Coneval, y es que desde hace un par de años el tema es más bien de lectura, no así de realidades. No se ha avanzado nada en los últimos 13 años, desde que, en 2004, se organizó la marcha en la que se logró que cerca de un millón de personas salieran a las calles con la exigencia de un país en el que sus instituciones funcionen, se quedó como un recuerdo que el pasado fin de semana no sintió ni cosquillas. Seguimos siendo ese país en el que el Estado de derecho no se ha fortalecido. Según el último Índice de Percepción de la Corrupción que realiza Transparencia Internacional, México está en el lugar 123, de 176, de los países menos corruptos del mundo. En esta escala de honestidad, que se mide de 0 a 100, apenas logramos 30 puntos. No estamos en el sótano, pero sí a punto de entrar en él. Tampoco se ha logrado avanzar frente al tema del narcotráfico, en los diez años que lleva la guerra contra el crimen organizado, la CNDH ha documentado cerca de 150 mil muertes, 27 mil desaparecidos y 35 mil desplazados. ¿Cuántos de los migrantes que están hoy en EU tuvieron que irse para huir de los estragos del crimen? ¿Qué se ha hecho para evitar que las comunidades en la sierra dejen de estar controladas por el narco? Son varios los temas que se arrastran y que provocan que millones de mexicanos hayan tenido que irse, los mismos que hoy contribuyen a que no quieran volver. Hoy todos están listos para impedir que el discurso de odio que se escucha en voz de Donald Trump sea normalizado, pero también es necesario que observemos la realidad de México sin esa mirada que sí ha normalizado todos esos tantos pendientes. Es decir, la posibilidad de que los migrantes dejen de serlo no se va resolver mirando sólo hacia Estados Unidos. Y ése sí es un terreno que sólo compete a nuestro país.
Fuente: Excelsior.com.mx