Por: Jorge Fernández Menéndez
Veracruz sigue siendo un estado que no para de darnos sorpresas: la mayor fosa común del país, mientras otras aparecen en distintas partes de su geografía; bodegas extrañas con documentos, libros, cuadros y pertenencias de todo tipo del exgobernador Javier Duarte; un inédito pico de violencia que parece estar atacando todos los rincones del estado aderezado por una lucha política feroz entre todos los partidos.
No falta la revelación de que Duarte financiaba con dos millones y medio de pesos mensuales a Morena. El desafío del gobernador Miguel Ángel Yunes a López Obrador para debatir, rechazado por éste. La acusación del priista Héctor Yunes de que Miguel Ángel es peor que Duarte (¿por qué?). Un estado que debe renegociar su deuda porque no le alcanza para pagar siquiera sus intereses y que, sin embargo, debe dar una dura lucha política para que la oposición lo apruebe. Por cierto, Morena rechazó terminantemente esa renegociación, para ellos era mejor caer en cesación de pagos. La detención de Flavino Ríos, el exgobernador interino acusado de proteger y auxiliar en su fuga a Duarte, algo que aparentemente Flavino sí hizo. Y el hecho incontestable de que Duarte sigue prófugo, a pesar de que se asegura que todas las fuerzas federales y locales están tras sus pasos.
Veracruz es un galimatías y un estado que puede estar buscando justicia tanto como venganza, en la que en realidad lo que se está jugando es el resultado de las elecciones municipales de junio próximo, lo mismo que la elección para gobernador de julio de 2018, el mismo día que la presidencial. Un estado en campaña permanente por una reforma electoral que se aprobó pensando en resultados electorales diametralmente diferentes el año pasado. El gobierno de Duarte pensaba que con este mecanismo, elección para gobernador de dos años, cruzada por comicios municipales y con la elección presidencial empatada con la de la nueva gubernatura, tendrían asegurada la continuidad y un fuerte apoyo a quien fuera el aspirante priista. La derrota del PRI en 2016 ha generado resultados que provocaron exactamente lo contrario de lo que se esperaba.
Yunes está en su lógica: debe estar en campaña política todo el tiempo. Un gobernador que llega de la oposición en un estado con una situación tan crítica como Veracruz, no se puede dar el lujo de esperar construir algo cuando apenas tendrá tiempo de tomar en sus manos los verdaderos resortes de poder del estado. Cualquiera haría lo mismo. Lo suyo pasa por estabilizar en la medida de lo posible el estado, sobre todo en términos económicos, tratar de contener con apoyo federal la creciente inseguridad y destacar con toda la fuerza posible las irregularidades que encuentre en el pasado gobierno. Su labor y la de las fuerzas políticas que lo apoyaron para llegar a la casa de gobierno de Xalapa no será medida por sus logros en salud o educación, sino en su capacidad de haber desmantelado la estructura política de su antecesor. Para Yunes el tema es y seguirá siendo Duarte y todo lo que se relacione con él lo extrapolará hacia el exgobernador, llámense Fidel Herrera o Andrés Manuel López Obrador. Por eso se equivocan ambos cuando entran a medias a ese debate, porque ni se defienden ni pueden contraatacar y Yunes desgastará constantemente tanto al PRI como al aspirante de Morena con esa estrategia, al tiempo que, atención, se está convirtiendo en una carta importante en la lucha de los propios panistas para establecer un candidato viable para 2018.
Y en todo eso la continua denuncia sobre complicidades, las historias terribles que surgen de las fosas comunes, el deterioro evidente de la economía y la reiteración de las historias casi cotidianas de corrupción se convierten en su principal plataforma política para 2017 y 2018, otorgándole, además, un peso indiscutible en el ámbito federal. Yunes es un rival de cuidado y alguien que deberá ser tomado en cuenta en cualquier ecuación hacia el futuro. No es un dato menor.
LA DISCULPA DE LÓPEZ OBRADOR
El candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador, se disculpó con los militares a su estilo: sin disculparse en realidad y utilizando la disculpa para insultarlos. Dice López Obrador que apoya a los soldados (no a la institución) y que cuando sea Presidente les va a aumentar el sueldo y que no los usará para reprimir al pueblo. Es un agravio más. López Obrador dice con ello que no respalda a la institución armada, que piensa congraciarse con ella aumentando sueldos (no apoyando leyes o regulaciones) y que en su opinión, hoy el ejército sirve, como ya ha dicho, para perpetrar “masacres” como la de Tepic y “reprimir al pueblo” como en Ayotzinapa. Lo hace, una vez más, sin presentar prueba alguna, sólo exhibiendo sus dichos.
Es lamentable que ésa sea la única opinión seria que pueda dar alguien que aspira a ser el próximo comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, que ése sea su nivel de conocimiento y comprensión de su labor y de sus formas de operación. Ya hemos dicho muchas veces que en estos temas, todos los relacionados a la seguridad pública, interior y nacional, la ignorancia de López Obrador es preocupante, pero peor aún lo es que esté rodeado de personajes, como en su reciente viaje a Nueva York, que son quienes más han hecho para deteriorar la lucha del Estado contra los grupos criminales. No hay en el equipo de Andrés Manuel, en su entorno cercano, ni siquiera entre los llamados externos, un solo personaje que realmente conozca, sepa algo de seguridad pública y nacional. Pero sobran los aduladores y los verdaderos enemigos de las instituciones. Vaya uno a saber cuál es la verdadera agenda que está detrás de esos personajes.
López Obrador no se ha echado atrás en sus recientes declaraciones, porque entre otras razones nunca lo hace, aunque haya dicho una barbaridad. Lo que hizo fue cambiar el lenguaje para mantener y crecer el agravio.
Fuente. Excelsior.com.mx