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El ganador, ¿estará a la altura de la situación internacional?

Por Ángel Verdugo

¿Qué haría usted al leer un anuncio donde se solicita una persona para ocupar el puesto de gerente general de una gran empresa, sin dar más detalles que el sueldo y las prestaciones que le parecen imposible de creer? ¿De inmediato llamaría para agendar una entrevista, sin preguntarse acerca de la actividad de la empresa y demás características para saber, antes de llamar, si sus calificaciones, conocimientos y experiencia estarían a la altura del trabajo a realizar?

Lo anterior sería, con algunas especificaciones de tipo legal –nacionalidad, lugar de nacimiento y edad, fundamentalmente–, lo que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos exige al ciudadano mexicano que estuviere interesado en ocupar la Presidencia de México. ¿Tan fácil? Sí, en esencia, es querer y cumplir con los requisitos básicos que implican demostrar, que uno es ciudadano mexicano en el goce de todos sus derechos.

¿Preparación en ésta o aquella rama del conocimiento? ¿Experiencia en algún puesto de elección popular, de preferencia en el Poder Ejecutivo? Sin que esto último sea un requisito legal, es evidente que ayudaría, pero repito, no lo es.

Se ve fácil, pero no lo es tanto; hay un proceso de selección que cada partido establece, con miras a contar con el mejor elemento para postularlo como candidato a la Presidencia o a algún puesto de elección popular. Con ligeras variantes, lo anterior se da en los países democráticos.

¿A qué respondería esa selección, o ese conjunto de exigencias de cada partido a los interesados en ser candidatos? Más que a una cuestión de discriminación o inequidad, la idea que subyace en ese proceso de selección es, básicamente, poder proponerle al elector a un candidato capaz de enfrentar los problemas en la gobernación y proponer las soluciones adecuadas. Asimismo, además de tener la capacidad para formar equipos multidisciplinarios, ser capaz de coordinar de manera efectiva sus trabajos.

Esto último exige, evidentemente, además de preparación, una capacidad de liderazgo que genere confianza en los gobernados y, elemento no menor, una voluntad y carácter que le permita enfrentar con serenidad y mesura problemas y situaciones conflictivas ya en la gobernación.

En los tiempos que corren, la globalidad es la regla no la excepción; los problemas de toda índole en la escena geopolítica exigen, además, que el gobernante posea una elevada capacidad de comunicación con sus pares, particularmente con los que el suyo mantiene relaciones no sólo comerciales sino políticas y en algunos casos, militares y de colaboración en materia de seguridad y combate a la delincuencia.

Si a lo anterior agregáremos las condiciones que privan en la arena internacional, más las amenazas de conflictos económicos, políticos y militares, de los tres ya conocidos –Anaya, Meade y López–, ¿quién piensa usted es el que estaría a la altura del reto que representa ser Presidente de México, a partir del 1 de diciembre de este año?

Véalos y escúchelos; analice su capacidad de comunicarse con claridad y de manera convincente ante audiencias diferentes y, con esos elementos califíquelos.
A estas calificaciones agregue otros elementos que usted consideraría adecuados para entregar su voto al que satisfaga sus requisitos para gobernarlo. ¿Compleja la tarea? Sin duda; elegir al que nos gobernará los próximos años, ¿no merece que lo pensemos bien?

Tiene de tiempo de aquí al 1 de julio para analizar, juzgar y decidir. Información Excelsior.com.mx

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