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El Giocondo jarocho

Por Francisco Zea

Sin duda, es una pregunta válida: ¿de qué se ríe el imbécil de Javier Duarte? La fotografía que se viralizó es una burla para los mexicanos y más para los veracruzanos. Es una patada en los cataplines. Quizá se pueda reír de la impunidad que caracteriza al sistema judicial mexicano: sólo 1.5% de los delitos denunciados alcanzan sentencia condenatoria. Puede ser que esté muy seguro de que no va a estar mucho tiempo preso por una serie de complicidades. O, finalmente, por lo más probable: es un pobre estúpido, enfermo de poder que desde hace tiempo perdió la razón. Confirmado por la PGR, al cuche lo atraparon por una investigación encabezada por Omar García, titular de la Agencia de Investigación Criminal, y Alberto Elías, subprocurador jurídico y de Asuntos Internacionales de la PGR. Es falsa la versión de que a Duarte lo localizaron por un viaje de su familia a Guatemala. La PGR ya estaba en contacto con la policía guatemalteca y estaba ubicado en donde fue detenido. De nueva cuenta las redes sociales fueron el lugar en donde se manejaron inexactitudes y mentiras. Desde ubicarlo en Canadá hasta atribuirle su captura a la simpleza de que su familia voló a Guatemala. Muchos quisieron salvar su twittera imagen publicando versiones que no son reales. Pocos medios dieron cuenta de la realidad. De que ya estaba con “campaña” y era cuestión de horas para que fuera capturado.

Regresando a su sonrisita, quizá este pobre político, rico en sí, puede pensar que en nuestro país no le va a pasar nada porque, evidentemente, fue patrocinador del actual Presidente. Lo que su gordo cerebro no entiende es que Enrique Peña ya es inmune a los escándalos de corrupción. Le queda poco tiempo y lo destapado es escandaloso. Nada que pueda decir este ladrón va a modificar un centímetro la percepción hacia Peña. Mientras que su captura, electoralmente planeada o no, es una bocanada de aire fresco para un asfixiado PRI. Si la apuesta de Duarte es a una ficción jurídica, en la cual, llegando a México, va a ser liberado por un tecnicismo o un acuerdo político, no conoce al procurador Raúl Cervantes. Me queda claro que el abogado de la nación, por instrucción presidencial o convicción personal, me inclino por lo segundo, va a refundir a Duarte, con todo y su risita mamona, en la cárcel y va a tragarse la llave.

No es mi intención minimizar los evidentes lazos que unen a Raúl Cervantes con Humberto Castillejos, consejero jurídico de la Presidencia, o con Alfredo Castillo, director de la Conade. Pero quizá pocos sepan que Cervantes es uno de los abogados penalistas más exitosos del país, lo que le ha permitido amasar una considerable cantidad de dinero, que no necesita del servicio público para viajar en avión privado y darse lujos que muchos buscan en la política porque su capacidad no les da para más. Cervantes tiene una fortuna amasada en el ejercicio de la abogacía, que le da una independencia difícil de conseguir por otro funcionario. Con ese espíritu es que abrazaba la posibilidad de ser ministro de la SCJN. Con ganas de aportar sus conocimientos y sapiencia. Nadie le quiere su ADN priista, el cual no niega, pero su independencia económica es un hecho incontrovertible.

No debemos olvidar que en su breve paso por la PGR ha capturado a dos exgobernadores del partido que representaba en el Senado. Obviamente, con ayuda de otros gobiernos, pero no ha dejado lugar a dudas de su compromiso. Yarrington y Duarte son dos de las más emblemáticas ratas que el sistema puso al frente de un gobierno. Un par de virreyes sexenales que abusaron del poder, que mataron y robaron a diestra y siniestra. Creo que es, sin duda, una discusión estúpida el poner sobre la mesa si Cervantes metería a la cárcel a Peña Nieto, más siendo de su íntimo círculo. Quien lo duda no lo conoce y menos su puntual compromiso. Sí es priista, pero no tonto. Meter a un expresidente a prisión no es una decisión personal, son ridículos aquellos que pretenden atribuir un asunto de Estado a una sola persona. Encarcelar a un exmandatario es un asunto de Estado, no una decisión individual. Seamos serios. El asunto pasa por la estabilidad política del país y los pantalones de quien ocupe el Ejecutivo en ese momento. Todo esto lo digo por la posibilidad de que Cervantes sea elegido como fiscal de la nación. Y tiene que ver también con la posibilidad de tener en ese puesto a alguien que le importe un bledo el dinero, porque lo tiene a carretadas y por su trabajo, no por la mediocridad de robar en el servicio público. Estamos ante la posibilidad de tener como fiscal a un abogado capaz y con un caudal de recursos que le da una independencia mayor a su dependencia a la familia de Peña. Ahora tendremos que esperar a las grillas que en este país dominan todo.

Espero que ahora que está bajo la custodia de las autoridades el infeliz de Duarte explique el caso de las quimioterapias presuntamente apócrifas. Mire, si roba, creo que lo hacen todos, pero si mata niños que se están partiendo la madre por sobrevivir, eso sí es una indignidad. Que, supongo, le importa un bledo al señor de la sonrisa enigmática. Al Giocondo jarocho. Información Excelsior.com.mx

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