En algunas naciones se le ve con recelo, pero es innegable que la iconografía del Halloween tiene una gran influencia en prácticamente todo el mundo. Disfraces, calabazas de color naranja y la frase trick or treat (“truco o trato”, en inglés). Es difícil creer que dicha celebración tuvo un humilde origen: una celebración agrícola.
El Halloween se originó en Europa, como una festividad conocida como Samhain o Samagín. Se sabe que los hechiceros britanos eran los protagonistas y que la celebración giraba alrededor de los druidas, sacerdotes del pueblo celta que habitó el norte de Francia y las Islas Británicas
A través de las migraciones a América, llegó esta tradición al llamado Nuevo Mundo. Y debido a la globalización, el Halloween volvió a Europa. Al respecto, la gente en varios países ve con recelo los elementos de esta fiesta extranjera, algunos de ellos, relativamente nuevos. Por ejemplo, la apariencia de la brujas dentro de la cultura popular actual corresponde a cómo eran representadas en El mago de Oz de 1939.
Sin embargo, David J. Skal, “experto en la cultura del horror”, rebate la idea de que existan tradiciones “puras”, todas se mezclan y evolucionan.
Hay personas que se quejan de la invasión de Halloween o de la apropiación de la cultura mexicana por los anglosajones. Pero yo vivo en el sur de California, donde hay mucha población hispana, y la mayoría de la gente parece disfrutar de que las decoraciones y ritos del Día de los Muertos se mezclen con las de Halloween. Eso sí, luego cada comunidad se relaciona con los muertos de diferente manera. Los estadounidenses, a través de creaciones como Dracula y Casper, mientras que la cultura latina honra a los difuntos con más seriedad.
Para Skal, el Halloween va en sintonía con el modo de pensar estadounidense, del self-made man.
A los estadounidenses nos educan con la idea de que, por el mero hecho de serlo, tenemos derecho a convertirnos en lo que queramos. La promesa de transformación personal es parte importante de nuestra mitología cultural. Por eso, muchos estadounidenses, entre los que me incluyo, mencionan Halloween como su fiesta favorita. Ese día intentamos demostrar que el mito es cierto, disfrazándonos de monstruos como Drácula, una de cuyas características es cambiar de forma, como si también persiguiera el sueño americano.
El festejo del Halloween se relaciona “con las estaciones y las cosechas existen en todas las sociedades. En el caso de la cultura occidental, la iglesia cristiana primitiva trasladó de fecha muchas de sus celebraciones más importantes para hacerlas coincidir con antiguas fiestas paganas. Hoy las llamamos Halloween y Navidad, pero todo fue parte de ese esfuerzo por convertir a los paganos al cristianismo”.
Además, según el experto, el Halloween tiene una elemento carnavalesco.
Halloween tiene muchas similitudes con antiguas celebraciones europeas como la Fiesta de los locos en la que, por un día, los plebeyos se vestían como reyes y el orden social se invertía. A principios del siglo XX, en Estados Unidos era común que los niños blancos se pintaran de negro y viceversa. Aunque hoy en día los disfraces raciales son tabú, a la gente le gusta aprovechar cualquier oportunidad para desinhibirse y Halloween permite convertir esas ganas de romper las convenciones sociales en un ritual controlado.
Se trata, pues, de una tradición en constante transformación. Skal habla, por ejemplo, de cómo la corrección política ha influido en los disfraces. Cita el caso de una universidad en la que estudiantes evitar disfrazarse de personas discapacitadas o con ropa de otras culturas. No más turbantes, sombreros de mariachi ni seres mutilados.
Vía El País