Por Jorge Fernández Menéndez
El veredicto del jurado de la corte de Brooklyn que consideró a Joaquín Guzmán Loera El Chapo como culpable de una todo tipo de delitos, era previsible. La fiscalía de Nueva York presentó decenas de miles de pruebas, testimonios de 56 personas, muchos de ellos testigos colaboradores que habían sido parte fundamental de la estructura del Cártel de Sinaloa en México y en Colombia, y orquestado, además, con un guion digno de Hollywood, logrando entremezclar desde las acciones de más cruel violencia hasta el despecho de amor de una examante.
La defensa sólo podía jugar una carta: desacreditar testimonios, testigos, hablar de corrupción en México o tratar de demostrar que Ismael El Mayo Zambada era en realidad más importante que El Chapo, pero ante pruebas tan abrumadoras era imposible otro veredicto que el de la culpabilidad y la condena, que se terminará de dar a conocer el 25 de junio próximo, no será otra que la cadena perpetua.
Pero concluida esta parte del proceso, hay varias reflexiones que deben hacerse. La primera es preguntarnos por qué no pudimos tener en México un juicio contra un personaje tan notorio como el Chapo Guzmán con el mismo nivel de eficiencia y credibilidad.
Los testigos principales presentados por la fiscalía fueron, en la mayoría de los casos, detenidos en nuestro país y aquí no nos hemos enterado ni de las líneas generales de sus declaraciones, si es que la brindaron. Es una demostración más de la debilidad de todo nuestro sistema de seguridad y procuración de justicia que debería, más allá del show mediático que siempre genera este tipo de juicios en Estados Unidos, avergonzarnos.
Segundo y más importante aún. Por supuesto que El Chapo era y es responsable de innumerables delitos, pero, a pesar de que el veredicto se ha festinado por el aparato político de Washington como un triunfo histórico, lo cierto es que el Cártel de Sinaloa sigue operando bajo el liderazgo de Ismael El Mayo Zambada y otros personajes. Según cifras oficiales, el Cártel de Sinaloa, por ejemplo, introdujo el año pasado a la Unión Americana un 37 por ciento más de heroína y fentanilo que el anterior. Y la abrumadora cantidad de pruebas que presentó la fiscalía neoyorquina también admiten otras preguntas: ¿cómo con tal cantidad de elementos, incluyendo la infiltración del sistema de comunicaciones de El Chapo, que éste pensaba que estaba encriptado, o la colaboración durante meses de Vicente Zambada, el Vicentillo, cuando aún estaba en libertad, se tardó tanto tiempo en detener a El Chapo, en cercarlo, en impedirle su operación?¿Se guardaron la información en las agencias estadunidenses, esperaron el momento político, no la compartieron con México o la compartieron y aquí no se utilizó?. Nadie respondió esas preguntas, el problema es que tampoco se hicieron.
Tercero. La red del narcotráfico en México y Colombia quedó develada hasta en detalles. En realidad, no se dijo casi nada que no se supiera o intuyera, pero ha habido confirmaciones de todo tipo, desde las formas de ingreso de las drogas hasta la operación y comunicación cotidiana de El Chapo y del cártel, pasando por la vida amorosa del capo. Sólo un tema no se tocó: el narcotráfico y las redes de esas organizaciones en Estados Unidos.
En el juicio sólo aparecieron como testigos dos operadores mexicanos de El Chapo en Chicago que se convirtieron en testigos protegidos. Pero incluso ellos no pudieron hablar sobre cómo opera el tráfico de drogas y las redes que lo manejan en Estados Unidos. Ese fue un tema vedado por la fiscalía y la defensa.
Quizás, también, por eso, pese a que se había hablado y mucho sobre los miles de millones de El Chapo Guzmán (la fiscalía dijo que obtuvo ganancia ilegales por unos 14 mil millones de dólares y Trump cuando Loera fue extraditado aseguró que con ese dinero se pagaría el muro en la frontera) lo cierto es que hasta ahora, que se sepa, no se le ha incautado un dólar a las cuentas de Guzmán Loera, ni de éste ni del otro lado de la frontera.
Claro que ha habido incautaciones de dinero en operativos, que el departamento del Tesoro ha puesto en sus listas Kipling a algunos narcotraficantes, sus familiares y operadores, pero la verdad es que no hemos sabido qué pasó con el dinero de El Chapo, ni siquiera sabemos con qué paga sus abogados o el estilo de vida de su familia directa, mucho menos cuáles son sus negocios “legales” o sus lavadores. De nada de eso se habló en el juicio.
Hubo también mesajes que deberían ser atendidos de este lado de la frontera. Ayer Richard Donahue, fiscal del estado de Nueva York, sostuvo que ante aquellos que criticaban “la guerra contra las drogas”, este proceso y sentencia deberían ser ejemplificadoras, ya que “cada captura, cada condena, vale la pena” y “ahorra vidas”.
El director de la DEA fue más allá y aseguró que esa agencia “va alcanzar (incluso en sus países de origen) a todos los grandes narcotraficantes”. Cuando de este lado de frontera se piensa en otra estrategia se tendrán que tomar en cuenta esas afirmaciones. Acabar con El Chapo en una cárcel de máxima seguridad en Colorado es un logro, pero es mucho más sencillo que acabar con su organización criminal, con estrategias que no admiten respuestas estrechas o maniqueas. Información Excelsior.com.mx