Por Jorge Fernández Menéndez
Cuando el lunes comience el juicio de Joaquín El Chapo Guzmán en una corte de Nueva York no sólo se estará juzgando al jefe del Cártel de Sinaloa, uno de los narcotraficantes más importantes de la historia, sino también se estará juzgando a sus cómplices en México y en Estados Unidos, develando, eso es lo que se debería esperar, sus redes de corrupción y lavado de dinero en ambos países
En este proceso, que será absolutamente mediático, en el que participarán, por lo menos, 16 testigos de cargo en contra de Guzmán Loera, en el que se presentarán 117 mil grabaciones y más de 14 mil páginas de archivos, será imposible deslindar al narcotraficante de las complicidades que le permitieron construir su imperio criminal.
La figura de El Chapo adquirió perfiles demasiado mediáticos desde que fue detenido la primera vez en 1993, acusado de la muerte del cardenal Posadas Ocampo, aunque en realidad al que querían matar los Arellano Félix era al propio Chapo y, mucho más luego de sus dos fugas, sobre todo, por el affaire con Sean Penn y Kate del Castillo. Sobre El Chapo se han hecho varias series de televisión, una de ellas lleva su nombre, que no se ajustan a la realidad más que en una cierta sincronía de hechos pero que tienen, todas un común denominador: El Chapo es el producto de la corrupción y la complicidad de las autoridades, llevada esa historia a veces hasta el ridículo, desde que comenzó su carrera a principios de los años 90.
Incluso, libros considerados serios sobre el narcotráfico, terminan elucubrando historias míticas. Recuerdo uno que relata, con lujo de detalles, una reunión privada de Guzmán Loera y Amado Carrillo Fuentes, El señor de los Cielos, a principios de los 90, antes del asesinato del cardenal Posadas Ocampo, donde se cita textualmente en un largo capítulo lo que ambos se dijeron a solas. La verdad es que si los dos estaban solos en una habitación es imposible saber qué se dijeron, pero es más allá de eso, en ninguna parte consta siquiera que esa reunión se haya realizado. En aquella época El Chapo era un narcotraficante menor comparado con Carrillo Fuentes.
Se ha convertido en tan mítica la figura de El Chapo que la propia fiscalía neoyorquina, por exigencia del juez, como lo ha citado el New York Times esta semana, ha tenido que reducir las acusaciones en el juzgado. Se pasó de una acusación de miles de asesinatos para establecer 33 casos en los que se tenían pruebas verosímiles de su participación personal o intelectual. E incluso así, el juez de instrucción ha pedido que el juicio se concentre no en los asesinatos, sino en el enorme negocio de la venta de drogas, en el narcotráfico.
Lo que sucede es que si el juicio se concentra en la red de narcotráfico que operaba El Chapo Guzmán, saldrán a la luz, sin duda, complicidades en nuestro país, pero también tendrían que salir las que existen en los propios EU. Si se va a acusar a Guzmán Loera de hacer ingresar y comercializar al año cientos de toneladas de cocaína, drogas sintéticas y heroína a EU, se tendrán que develar cuáles han sido las redes en ese país que le permitieron montar semejante negocio durante casi 30 años. Y eso debe ir de la mano del dinero.
Porque la ganancia de un narcotraficante como El Chapo Guzmán proviene, básicamente, de la colocación de la droga en EU y su comercialización. Y estamos hablando de miles de millones de dólares que se tienen que haber lavado en la Unión Americana a lo largo de esas tres décadas.
Cuando El Chapo fue extraditado a Estados Unidos, el último día del mandato de Barack Obama, el ahora presidente Donald Trump, aseguró que con los miles de millones de El Chapo se pagaría, incluso, el muro que pretende construir en la frontera con México. La paradoja es que dos años después y a horas de que comience el juicio no se sabe que las autoridades estadunidenses hayan decomisado un solo dólar perteneciente a El Chapo Guzmán, mucho menos sus cuentas bancarias o propiedades en la Unión Americana.
La familia de El Chapo sigue viviendo de sus recursos, tiene varios bufetes de abogados que lo defienden y que son, sobre todo uno de ellos, de los más costosos del país, porque se han especializado, precisamente, en casos de reconocidos mafiosos como John Gotti Junior, quien se entregó a las autoridades en 2008 y acusado de delitos de extorsión, juego ilegal, así como fraude, fue sentenciado a seis años de prisión. Un año después, los ahora abogados de El Chapo lograron que un jurado lo dejara en libertad por falta de pruebas y de verosimilitud en las declaraciones de los testigos en su contra. Ahora Gotti Jr. hace series de televisión, vive en Nueva York, es una suerte de celebridad y tiene seis hijos.
La defensa intentará repetir con El Chapo los éxitos que alcanzó con Gotti Jr. No será sencillo: el historial criminal de El Chapo es demasiado amplio, demasiado violento, incluye a demasiados enemigos y cómplices que están dispuestos a declarar en su contra con tal de ver disminuidas de alguna forma sus penas. Pero lo, verdaderamente, interesante será ver si el juicio de El Chapo, más allá de confirmar una dura sentencia para el célebre narcotraficante, puede develar los secretos de sus redes en México, pero sobre todo en los propios Estados Unidos.Información Excelsior.com.mx