Por
“Nada ocurre hasta que algo se mueve”:
Albert Einstein
Mario Alberto tiene 26 años, es residente médico en un Hospital de Pemex. Un día de noviembre de 2022 después de una jornada extenuante de 72 horas, salió cansado hacia su departamento donde vive solo. Su familia es originaria de Hidalgo, y casi no puede visitarlos porque está prácticamente esclavizado.
Ese día tomó su auto de modelo antiguo, que es para lo que le alcanza. Arrancó el motor, metió primera y, acto seguido, perdió el conocimiento. Apenas recuerda que cruzó la CDMX, y casi para llegar a su morada, se quedó dormido y se estrelló contra un poste. Despertó horas después en el hospital que había dejado hace unas horas.
Ahora cuando le toca “descanso”, Mario Alberto, prefiere dormir en el colchón aguado y sucio que tienen los residentes para “reposar”. Prefiere dormitar ahí que, morir en el trayecto.
Gabriela tiene 27 años, es residente médico del IMSS. Días después de que Mario Alberto se accidentó, ella decidió renunciar al servicio. Estaba harta del abuso, del acoso, del autoritarismo y de la discriminación. Se hartó de pagar a sus jefes médicos, sus “borracheras de los viernes”. Un solo viernes, Gabriela gastaba lo de una semana de paga, porque su jefe, además de acosarla, le obligaba a pagar la bebida y la comida más cara.
Con todo el dolor de su corazón, Gabriela prefirió renunciar, ya pensaba en el suicidio.
Vanessa tenía 28 años, era residente médico del ISSSTE. Días antes de los episodios de Gabriela y Mario Alberto, los papás de Vanessa la encontraron en su recámara sin sentido y una botella vacía de barbitúricos tirada en el piso. Llamaron a las asistencias médicas, pero no pudieron ayudarla. Vanessa se suicidó.
Su jefe la acosaba, la manoseaba y le pidió acostarse con ella. Vanessa con la esperanza de que el abuso cesara, cedió. Sin embargo, agravó la circunstancia. Ya no solo el acoso venía del jefe, sino de sus “hermanos” médicos. La aventaron en un laberinto. Abrió la puerta falsa.
Los casos de Mario Alberto, Gabriela y Vanessa son solo fotografías de la vida de un residente médico.
Lo peor, si puede ser peor, es que el sistema de salud pública de México reposa en los hombros de los residentes. Los servicios hospitalarios funcionan o medio funcionan, gracias a esos cientos de jóvenes heroicos que fincan su futuro en ese camino de espinas sanitarias.
El ambiente del residente se desarrolla entre el abuso y el autoritarismo. Abuso psicológico, abuso económico, abuso sexual, jornadas laborales abusivas y extenuantes, salario insuficiente, así como falta de material y recursos para su aprendizaje.
Si hablamos de crímenes, el abuso contra los residentes médicos del país también lo es. Es una bofetada y una grosería contra l@s trabajador@s del sector público de salud, insistir en que estamos cerca del sistema de salud de Dinamarca. No mamen.
El problema agravado es que, no es nuevo, ni surgió en este sexenio, es un problema añejo que tod@s han evadido, y por lo visto seguirán evadiendo.
De la libreta
Noemy Cedillo Bohórquez es una joven que acudió al Congreso de la CDMX para denunciar una agresión sexual que sufrió de parte del director general de regularización territorial del gobierno de la CDMX, Josafat Molina Arias, en agosto del año pasado. La abogada Cedillo asegura que Molina Arias, recibe protección del secretario general de gobierno, Martí Batres. Y la Cero Impunidad en la capital del país, ¿Dónde quedó?
Genaro García Luna es el ejemplo vivo de la corrupción y la impunidad que se vivió en este país durante los 18 años del prianato. Lo peor es la desmemoria y la sandez de proteger o justificar al delincuente de marras. El comandante Javier Herrera lo califica justificadamente: “García Luna es un traidor a la patria”.
El suicidio es ya un problema de salud pública. Aún más grave es que, la tasa más alta de suicidios reportados en el país se registra entre jóvenes de 18 a 29 años. La encuesta nacional de salud arroja que el 5 por ciento de la población, en algún momento, ha pensado en suicidarse.
@HectorHerreraAR
Información Radio Fórmula