Por Venus Rey
La muerte de la reina Isabel II hace unas semanas ha acaparado las portadas y el contenido de miles de programas y noticieros alrededor del mundo. Creo que muchas personas en las audiencias llegaron a un punto de saturación. God save the Queen a toda hora del día, sin que faltara el fastidioso chismorreo en torno a los miembros de la familia real. Entonces, ¿por qué escribir un artículo más? Hay una historia, diría yo, un tanto oscura detrás de esta familia real.
Todo mundo cree que la reina Isabel II y su hijo, ahora rey Carlos III, son miembros de la dinastía Windsor. Este nombre suena tan inglés que pocos son los que saben que esta familia es de origen alemán. Y es que las familias reinantes nunca han sido inglesas. Inglaterra surgió propiamente con la invasión de los normandos, de manera que la primera casa reinante (1066) provenía de Escandinavia. Después gobernaron los Plantagenet, que venían de Francia. Tras una terrible guerra civil, conocida como la Guerra de las Rosas, los Tudor, que eran galeses, llegaron al trono. A ellos siguieron los Estuardo, que eran de Escocia. Bajo uno de ellos, la reina Ana, Escocia e Inglaterra se convirtieron en un solo reino: el Reino Unido. Cuando murió la reina Ana en 1694 (¿quién no recuerda la música que para sus funerales escribió Henry Purcell?), su marido Guillermo d’Orange, neerlandés, asumió el trono. Y después llegaron los alemanes, que hasta la fecha reinan, primero la casa de Hannover y luego la casa Sachsen-Coburg und Gotha.
Durante la primera guerra mundial, y siendo Alemania el principal enemigo, el rey Jorge V pensó, por recomendaciones de sus asesores y ante un generalizado sentimiento anti-germano en la población, que ese nombre tan alemán de Sachsen-Coburg und Gotha no iba bien con los tiempos. Así que adoptó el nombre de Windsor, y en en el verano de 1917 de hizo la solemne proclamación. Pero nadie medianamente informado de historia ignora que la actual casa gobernante tiene su origen en Alemania ni que ninguna de las casas reinantes en Inglaterra desde la invasión normanda ha sido inglesa (como en España, cuyas casas gobernantes han sido siempre extranjeras, pero eso lo comentaré en otro momento).
Usted dirá: ¿y si son alemanes, qué? Y tiene razón. El punto no es tanto ese. La cuestión es que la reina Isabel II no tendría por qué haber sido reina si su tío, el rey Eduardo VIII no hubiera abdicado. Al abdicar, asumió el trono su hermano Jorge, padre de Isabel. ¿Por qué abdicó? Todo mundo cree que por su romance con una conocida socialiteamericana, Wallis Simpson, quien a su vez era divorciada, pro nazi y gozaba de una reputación poco convencional para la época. Y sí, el rey cambió su reino por el amor verdadero –¡qué romántico!–; pero además hay que subrayar que Eduardo VIII sentía simpatía por el fascismo y por los nazis. Cuando abdicó corría el año de 1936. La tensión con la Alemania de Hitler iba en aumento y llegaba al punto de no retorno. Poco después estallaría la guerra. Personajes como Baldwin, Channon o Churchill la veían venir con claridad y les horrorizaba que el monarca del Reino Unido sintiera fascinación y hasta sumisión por hombres como Hitler y Goebbels. Más que el asunto de la Wallis Simpson, lo que precipitó la caída de Eduardo VIII fueron sus relaciones con el nazismo. Pero la historia oficial siempre es caprichosa y se ha empeñado en magnificar el asunto amoroso para borrar toda huella de nazismo en la familia “Windsor”.
¿Qué tan nazi era Eduardo VIII? A juzgar por los testimonios, lo era en gran medida. El diplomático Bruce Lockhart escribió en sus memorias: “El príncipe (o sea, Eduardo, antes de coronarse) era un hitleriano acérrimo; dijo que el Reino Unido no debía intervenir en los asuntos de Alemania, que los dictadores gozaban de gran popularidad y que ya era tiempo de que nosotros (o sea, el Reino Unido) tuviéramos uno.” Otro diplomático británico, Mensdorff, veía con preocupación el nazismo de Eduardo. Según relata, Eduardo afirmaba que el Reino Unido debía aliarse con Alemania y con los nazis porque ese era el único camino para derrotar al comunismo. Y como el nazismo necesariamente lleva aparejado el antisemitismo y el racismo, y siendo el amor de su vida Wallis Simpson, conocida pro-nazi y antisemita, se puede decir con plena seguridad que también Eduardo era antisemita y racista. ¿Puede el monarca del Reino Unido ser racista? No y mil veces no. Y menos ahora, porque el Reino Unido tiene una composición multicultural y multinacional.
Eduardo VIII llegó al trono tras la muerte de su padre el 20 de enero de 1936. En aquel momento su sobrina Isabel era una niña que aún no cumplía los diez años y que no imaginaba que sería reina ni que su reinado sería el más largo en la historia del país. Pero la aventura de este rey irresponsable, racista y frívolo duró poco. Después de un año muy accidentado y lleno de crisis políticas, el rey abdicó el 10 de diciembre. Su hermano, que era tartamudo, se convirtió en el rey Jorge VI quien, a su muerte en 1952, fue sucedido por su hija, Isabel II. El resto de la historia ya la conocemos. Lo que sí podemos decir es que tanto Jorge VI como Isabel II dignificaron la institución de la corona. Carlos III carga una gran responsabilidad en sus espaldas. ¿Estará a la altura de las circunstancias? Pronto lo veremos.
Eduardo adoptó el título de Duque de Windsor. Ya no era rey, pero siguió causando problemas hasta su muerte en 1972. En 1937 visitó Alemania con su ya esposa Wallis Simpson. Si usted alberga aún dudas sobre el filo nazismo de esta lamentable pareja, déjeme decirle que fueron agasajados por la élite nazi: Goebbels, Göring, von Ribbentrop, Hess, Speer y el mismísimo Hitler. En una ceremonia, el Duque de Windsor fue saludado con el infame Heil! de los nazis. Mientras el gobierno británico se llevaba un susto, al indigno Eduardo se le henchía el pecho de vanagloria, felicidad y satisfacción. ¿God save the king? Con reyes como ese, mejor no. Información Radio Fórmula