Por: Gerardo Galarza
Había una vez un país… ¡ah, no!: hay muchas veces un país en el que los vasallos ignoran a su rey, pero se quejan de su falta de actuación y protección; en el que el rey, los príncipes, princesas… y sus opositores prometen la felicidad a los vasallos, pero antes deben resolver la suya…
En ese país se puede matar a cualquiera: militares, periodistas, policías, sicarios, civiles, hombres, mujeres y niños, y no pasa nada.
En ese país se pueden robar combustibles, se puede vender combustible robado, se puede comprar combustible robado, y no pasa nada.
En ese país los gobernantes y gobernados pueden crear empresas fantasma para enriquecerse con el dinero ajeno, robar el erario, saquear el salario de los empleados públicos, y no pasa nada.
En ese país se puede defraudar al fisco, evadir los pagos de la seguridad social y de las prestaciones laborales, y no pasa nada.
En ese país, las empresas que se encargarán de las pensiones de los trabajadores pueden ponerse de acuerdo para evitar la competencia y establecer prácticas monopólicas, y no pasa nada. Y las multas se pagan con el dinero de aquellos que con toda candidez aportan para sus pensiones.
En ese país los bancos pueden cobrar comisiones por cualquier servicio, pero no pagan intereses a los pequeños ahorradores, y no pasa nada.
En ese país quien sea se puede pasar los altos del tránsito, conducir ebrio o sin licencia o no respetar los límites de velocidad, y no pasa nada.
En ese país cualquiera puede bloquear una carretera, tomar un edificio público, invadir una propiedad privada o pública, y no pasa nada.
En ese país se puede violar, golpear, acosar, humillar a mujeres y niños, y no pasa nada.
En ese país se pueden comprar exámenes académicos, títulos profesionales, plagiar cualquier texto, robar el trabajo intelectual de cualquiera, y no pasa nada.
En ese país se puede pagar para no cumplir con ninguna ley o norma, y no pasa nada.
En ese país se pueden dar gritos y sombrerazos por el maltrato que reciben sus migrantes y dar el mismo o peor trato a los migrantes de otros países, y no pasa nada.
En ese país se puede cobrar para permitir que no se cumpla cualquier ley, y no pasa nada.
En ese país se puede comprar o vender, según sea el caso, un empleo y no pasa nada.
En ese país los políticos pueden comprar votos y los ciudadanos venderlos, y no pasa nada.
En ese país las licitaciones públicas se ganan comprándolas a compradores y vendedores, y no les pasa nada.
En ese país se puede cobrar ayuda estatal para adulto mayor sin serlo o para madre soltera sin haber parido nunca o para huérfano teniendo padres o tener vales para útiles escolares sin ser estudiante, y no pasa nada.
En ese país debes reprobar el examen de admisión a la educación superior para que te construyan una universidad, por supuesto, pública.
En ese país se puede todo y jamás, nunca jamás, pasa nada.
Pero si alguien tiene la mala suerte de que algo le pase, pues entonces se recurre al “amparo” o reclama las “faltas en el debido proceso”, y si la cosa es más grave todavía, pues para eso están las comisiones, defensoras de los “derechos humanos”, las públicas y las privadas llamadas no gubernamentales. ¡Faltaría más! a estas alturas de la Humanidad (con mayúscula, por favor).
Este escribidor debió haber advertido que cualquier semejanza con la realidad del país en el que viven los improbables lectores de esta columna medio panfletaria es mera y absoluta concordancia. El nombre de ese país, por cierto, es el que usted imagine.Información Excelsior.com.mx